F.G. El tríptico dorado en la Casa de la imagen. 11.2024. |
El tríptico dorado ha sido siempre, ¿vocacionalmente?, una "obra en marcha".
A los meses llegó un regalo de Nacho Martínez. Le habían llevado un viejo cuadro para cambiar el marco, y las cualidades del desechado saltaban a la vista, especialmente el reflejo de una vieja luz, como antigua, que desprendían las sutiles láminas de pan de oro que lo recubrían. Acomodamos a la medida vertical del acero tres tramos del marco, y el encuentro de las partes fue satisfactorio.
El tercer elemento llegó poco después, proveniente de un trozo de carrocería de una furgoneta volkswagen reconvertida en vehículo para viajes por la naturaleza. Su amarillo meloso era pura luz, un espejo que favorecía todo lo que en él se reflejaba.
Pensé en estabilizar el ensamblaje, pero resultaba inviable por las muy diferentes condiciones de las partes, y opté, tirando por la tangente, por el simple agrupamiento, equilibrado y de apoyo recíproco. Así que entra dentro de lo posible que las tres piezas vuelvan a dispersarse y establezcan nuevos vínculos o, quizá, vuelen solas para siempre.
Mientras duren.
F.G. El tríptico dorado en el estudio abierto de Lomos de Orios. 09.2024. |
Hermosa “sacra”.
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