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F.G. Bosquecillo de la crestería, en la Casa de la imagen. 2024.
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Caminar dentro de un bosque es un ejercicio sensorial de lo más completo y placentero, entre otras cosas por la cambiante riqueza de luz y sombras que allí se generan, tan llenas de matices y dinamismo. |
F.G. Bosquecillo de la crestería. Fragmento. 2024. |
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Es tan hermoso como acercarse a su perímetro, percibiendo la más o menos irregular masa arbórea recortada en el panorama horizontal coronado por el cielo. Como si de una catedral gótica se tratara. |
F.G. Bosquecillo de la crestería. Fragmento. 2024.
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Esa sensación es la que inspiró este bosquecillo, construido a partir de cortezas y astillas desbastadas de troncos de acacia, almendro, cerezo y otras especies mediterráneas. Material desechable, sin otro valor que servir de acelerador de fuegos domésticos, pero también lleno de color, de texturas, de formas caprichosas. |
F.G. Cuaderno de luz y sombras. 2024. |
Una vez seleccionados los fragmentos más o menos arbitrariamente, atendiendo a sus inciertas cualidades, y planteada su ordenada distribución, nada garantiza que a la hora de ensamblarlos para siempre la hechura final no cambie. Poco importará. El resultado será tan azaroso como el punto de partida.
Igual de hermoso en su atractiva pobreza. |
F.G. Bosquecillo de la crestería. 2024.
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(Lo puedes ver en la Casa de la Imagen, de Logroño, hasta el 20 de diciembre, dentro de mi exposición luz y sombras)
Qué importante es ser “acelerador de fuegos domésticos “.
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