lunes, 18 de mayo de 2015

Chucho Valdés, multiplicado


Chucho Valdés
Sería ocioso dedicar demasiado tiempo a pensar hasta dónde podría haber llegado la carrera y la popularidad de Chucho Valdés en el caso de haber nacido en otras latitudes y vivido en distintas circunstancias históricas. Lo ha tenido casi todo en contra, salvo el haberse desarrollado en una isla con un patrimonio musical único, en un entorno familiar privilegiado y con un sistema educativo -más allá de las penurias materiales- admirable. Lo cual, ciertamente, no es poco, y quizá, si a los frutos nos remitimos, sea lo más importante.
Lo otro -el brillo de la fama, el dinero, la proyección mediática-, cuando el músico realmente lo merece acaba por llegar, y así nos encontramos el pasado jueves en Logroño (veintidós años después de su presencia al frente de Irakere, su grupo) con un artista de importancia creciente y con un reconocimiento universal que le ha convertido en referente de primera línea en el competitivo mundo de la música improvisada, y no solamente en el jazz latino. Y además en unas condiciones óptimas para seguir desarrollando sus descomunales capacidades como músico, en cuanto a técnica, imaginación y versátil flexibilidad.

Chucho Valdés en el Lincoln Center.
Con ese intangible bagaje llegó a un teatro desbordado de entusiastas admiradores a los que fue presentando -cumpliendo lo que había anunciado unas horas antes- a “sus amigos de toda la vida” en una intensa conversación. Por allí pasaron Ernesto Lecuona y Thelonious Monk, Consuelo Velásquez y John Coltrane, El Manisero y un inesperado Joaquín Rodrigo, el Trío Matamoros y Federico Chopin, los grandes éxitos de Broadway (People, de Funny Girl, y Over the rainbow, de El mago de Oz) y las canciones francesas (unas preciosas y muy americanizadas Feuilles mortes), los temas populares cubanos (invocaciones, sones, danzones,…), J.S. Bach y Bill Evans. En fin, un hermoso compendio de la música escrita para piano y aquella otra de la que un pianista con talento y sin prejuicios se apodera por amor y gusto.
Chucho Valdés.
Tuvo la suerte de los grandes, porque hasta las pequeñas incidencias sumaron a su favor (si dejaba la chaqueta sobre el piano, las cuerdas graves percutidas aportaban un sonido como “preparado” de imprecisa vibración que hacía la melodía más evocadora todavía, misteriosa, con unos extraños armónicos que despertaron la inquietud del atento público; si golpeaba un micrófono el sonido se sumaba al compás reforzándolo), y demostró que es un pianista en estado de gracia, o varios pianistas tocando simultáneamente, si bien se mira: algo así como si Thelonious Monk fuera su mano izquierda y Oscar Peterson la derecha, y vinieran de visita los ecos cerebrales de Bach y los latidos cordiales de Chopin sobre un fondo rítmico tan rico y suculento como el Caribe.
Chucho Valdés.
No sé si Chucho Valdés opinará como Paco de Lucía acerca de la diversificación funcional de los intérpretes (“la izquierda es la que piensa y la derecha es la que ejecuta”) pero yo me acordé de esa afirmación del ya añorado maestro cuando “escuché” el contrabajo de Paul Chambers y la batería de Art Taylor en su mano izquierda y el vertiginoso saxo tenor de Coltrane en su derecha mientras acometía el trepidante Giant Steps. Y todo a la vez, como un cuarteto en arrolladora acción. O, igual de difícil, cuando toca su música basada en el folclore de su país y escuchamos la potente descarga rítmica de un combo o todos los timbres y el colorido de un septeto. Hay que tener recursos y capacidad privilegiados para afrontar de manera “polifónica” un repertorio tan variado y exigente. Seguro que también ayuda el haber nacido en un ambiente en el que se considera natural aprender a tocar a Bach de oído desde pequeñito.
Chucho Valdés en clase de música.


Se    le vio en plena forma y feliz, a gusto y muy agradecido por el entusiasmado reconocimiento de un público que le aclamó durante todo el concierto y le acompañó al final -muy acompasadamente- tocando palmas en los inagotables cambios rítmicos de la prolongada despedida con su "Son número 1". Puro gozo.
Los ochenta minutos pasaron volando.


Chucho Valdés.
JAZZ 2015. Cultural Rioja.
Teatro Bretón. Logroño.
14 de mayo de 2015.


Otras crónicas del ciclo JAZZ 2015:

(Publicado en Rioja2. 19.05.15)


1 comentario:

  1. O de cómo se puede hacer una crónica sobre Chucho sin hablar de Bebo.
    Sí se puede.

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