Jerry González, de manera silenciosa. Foto de Amando Moura. |
Caramelo, Jerry, Alain y Kiki. Foto: Andrea Zapata Girau. |
Para acometer tan ambicioso repertorio es necesaria una big band o un pequeño grupo de excelentes músicos capaces de aportar tenacidad y carácter; gente capaz de sumar al concepto del latin jazz la intensidad coltraneana y el apego sentimental a las raíces rítmicas africanas que conservan en su acervo sonoro (rumba, guaguancó, conga, y las aportadas por el maestro, que aparecieron en los bises con El Cumbanchero).
Javier Massó, “Caramelo”, se mostró como un pianista brillante en el aspecto armónico, con una forma de tocar poderosamente percusiva de raíz africana, y desplegó una extraordinaria presencia melódica para ocupar en el desarrollo de los temas el espacio al que el maestro ha renunciado.
Enrique “Kiki” Ferrer, en la batería, tejió la urdimbre rítmica perfecta en la que cabían con total naturalidad las sonoridades de los timbales y las percusiones cubanas sobre la estabilidad métrica del batería de jazz. Es una especie de Chano Pozo con un instrumento de más “voces”, capaz de dialogar con los otros, especialmente con las congas de Jerry González.
Alain Pérez, al bajo, supo lanzar con sus líneas al grupo hacia arriba, en una atractiva simbiosis de funky y tumbao, aunque también bordó hermosas líneas melódicas, sobre todo en los boleros. Demostró unas sorprendentes cualidades de cantante, con una sonoridad aguda de coro popular que cuando ocupa más espacio en los montunos demuestra un brillo y flexibilidad que recuerdan a los grandes soneros antiguos.
En definitiva, un gran grupo dirigido con delicada precisión por un satisfecho músico que ve cómo crece su idea del sonido gracias a las brillantes aportaciones de sus compañeros en “el comando de la clave”.
Javier Massó, “Caramelo”, se mostró como un pianista brillante en el aspecto armónico, con una forma de tocar poderosamente percusiva de raíz africana, y desplegó una extraordinaria presencia melódica para ocupar en el desarrollo de los temas el espacio al que el maestro ha renunciado.
Enrique “Kiki” Ferrer, en la batería, tejió la urdimbre rítmica perfecta en la que cabían con total naturalidad las sonoridades de los timbales y las percusiones cubanas sobre la estabilidad métrica del batería de jazz. Es una especie de Chano Pozo con un instrumento de más “voces”, capaz de dialogar con los otros, especialmente con las congas de Jerry González.
Alain Pérez, al bajo, supo lanzar con sus líneas al grupo hacia arriba, en una atractiva simbiosis de funky y tumbao, aunque también bordó hermosas líneas melódicas, sobre todo en los boleros. Demostró unas sorprendentes cualidades de cantante, con una sonoridad aguda de coro popular que cuando ocupa más espacio en los montunos demuestra un brillo y flexibilidad que recuerdan a los grandes soneros antiguos.
En definitiva, un gran grupo dirigido con delicada precisión por un satisfecho músico que ve cómo crece su idea del sonido gracias a las brillantes aportaciones de sus compañeros en “el comando de la clave”.
Jerry González atacando al parche. Foto de Marina Vodovov. |
¿Un momento especial para el recuerdo?: una larguísima ovación cuando el concierto se suponía acabado y ya se habían despedido los otros músicos, mientras el frágil Jerry, solo, recogía dificultosamente sus trompetas recortado sobre un fondo panorámico de profundo color azul ultramar. Un intenso y merecido aplauso que tuvo como premio el regreso de los sidemen a escena para un fin de fiesta en clave de guaguancó, tocando todos congas y timbales en complejas réplicas bajo el simpático liderazgo vocal de Alain Pérez y la sonrisa complacida del viejo maestro.
Jerry González y el Comando de la Clave
JAZZ 2015. Cultural Rioja.
Teatro Bretón. Logroño.
7 de mayo de 2015.
(Publicado en Rioja2 el 11.05.2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario