lunes, 9 de diciembre de 2024

Tiempo y claridad

F.G. Observatorio del roble ebonizado. 2024.

Hay una técnica de trabajo de la madera que consiste en su teñido para imitar la oscuridad del ébano. Se la llama, precisamente, "ebonizado", y en España fue muy habitual durante todo el barroco para cualquier tipo de mobiliario, incluidos los retablos de iglesia, y ya en el XIX para sustentar al insostenible estilo "remordimiento".

Pero hay otro ebonizado que es el producido por inmersión del roble bajo el agua, unas veces por acción humana ligada a obras e instalaciones fluviales o lacustres y otras porque parte de los bosques fueran inundados más o menos naturalmente a lo largo de los siglos.

Este regalo de mi amigo Monta procede de un lago navarro de origen glaciar y tiene varios siglos, en los que no dejó de endurecerse y derivar paulatinamente hacia el negro luminoso y profundo que hoy derrocha. Un disfrute sofisticado y natural para la vista y el tacto. Y para el gusto.
El corte y la textura lo convirtieron en un precioso farallón portátil, una cresta inexpugnable frente a cualquier adversidad terrestre, acuática o aérea. Para prevenirla solo necesitaba un punto que uniera las cualidades necesarias para poder observar y ser observado, las de una torre vigía y las de un faro. Y vinieron de una bola de cristal, convertida en una ventana al exterior infinito. Una fuente de belleza y sosiego para un remanso de paz junto al vetusto roble.

(Lo puedes ver en la Casa de la Imagen, de Logroño, hasta el 20 de diciembre, dentro de mi exposición luz y sombras)

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