F.G. Observatorio del roble ebonizado. 2024. |
Hay una técnica de trabajo de la madera que consiste en su teñido para imitar la oscuridad del ébano. Se la llama, precisamente, "ebonizado", y en España fue muy habitual durante todo el barroco para cualquier tipo de mobiliario, incluidos los retablos de iglesia, y ya en el XIX para sustentar al insostenible estilo "remordimiento".
Pero hay otro ebonizado que es el producido por inmersión del roble bajo el agua, unas veces por acción humana ligada a obras e instalaciones fluviales o lacustres y otras porque parte de los bosques fueran inundados más o menos naturalmente a lo largo de los siglos.
El corte y la textura lo convirtieron en un precioso farallón portátil, una cresta inexpugnable frente a cualquier adversidad terrestre, acuática o aérea. Para prevenirla solo necesitaba un punto que uniera las cualidades necesarias para poder observar y ser observado, las de una torre vigía y las de un faro. Y vinieron de una bola de cristal, convertida en una ventana al exterior infinito. Una fuente de belleza y sosiego para un remanso de paz junto al vetusto roble.
Para escudriñar el futuro sin prisa.
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