sábado, 29 de agosto de 2020

Rocío


F.G. Rocío. 2019. Fofografía de Gabriel Santolaya. 
Las brillantes gotas de este Rocío son las lágrimas colgantes de dos viejas lámparas desechadas por el comprador de un piso en el que su anterior propietario las había dejado abandonadas a su suerte.
F.G. Rocío. 2019. Fofografía de Jesús R. Rocandio.

Las facetas y el movimiento de estos pobres abalorios, su brillo multiplicado, el esporádico y sorprendente sonido "cristalino", su vistosidad y efectismo primarios, como de barraca de feria antigua, no son valores suficientes para el cambiante aprecio de los decoradores y de los habitantes de las casas modernas, que los consideran viejunos y pasados de moda, al menos hasta que la ley del mercado, con su superior criterio, los reconvierta en vintage, tendencia, neo-kitsch, chics y enrollados por un rato.
F.G. Rocío. 2019. Fofografía de F.G.
Yo las recibí agradecido como un botín apreciable, (como recibirían seguramente los aborígenes las baratijas aportadas por los colonizadores en su trueque desigual) y las ligué a una rama deshojada de muérdago, donde recuperaron su función estética, su dinamismo y su valor ejemplar para explicar amablemente el milagro de la refracción de la luz a propios y a extraños.
F.G. Rocío. 2019. Fofografía de Gabriel Santolaya. 
Este rocío no es fenómeno exclusivo de la mañana, y cualquier brisa airosa o rayo luminoso lo pone en movimiento a cualquier hora descomponiéndolo en arco iris y transformándolo en leve sonaja que alegra la vida de los que tiene cerca. En definitiva, mejora el lugar donde se aposenta, lo que no es poca cosa para algo insignificante.
F.G. Rocío. 2019. Fofografía de F.G.

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