lunes, 2 de junio de 2014

Eric Reed & Wycliffe Gordon: swing a raudales

Eric Reed


En la vida no sabemos qué resulta más satisfactorio: que las cosas respondan a lo previsto o que acaben por sorprendernos. A veces, como en el último concierto del ciclo de jazz de Cultural Rioja, pasan las dos cosas a la vez, y nos encontramos con un trío excelente y en plena forma (Eric Reed al piano, Darryl Hall al contrabajo y Mario Gonzi a la batería), acompañado por un trombonista virtuoso, Wycliffe Gordon, que consiguió dar a su instrumento un papel de protagonista, tan vibrante como brillante.
Eric Reed planteó el concierto como un paseo triunfal por la espina dorsal del jazz, recurriendo a composiciones de Duke Ellington, Louis Armstrong, Thelonious Monk, Charlie Parker, Benny Golson, George Gershwin y Oscar Peterson. Derrochó swing e intensidad, y exhibió una técnica muy depurada y una visión moderna del repertorio que le llevó a cambiar frecuentemente el tempo más habitual de los temas, lanzando al grupo a un dinamismo admirable, con inspirados solos de Hall y Gonzi, ambos perfectos.
La sorpresa llega cuando el trombón -entendido tradicionalmente en su papel para la fila de atrás, empastando el sonido de otros- pasa a convertirse en instrumento solista, capaz de elaborar melodías complejas y de transmitir emoción. 
Wycliffe Gordon
Y ahí estuvo Wycliffe Gordon, como un Jack Teagarden redivivo (aunque en este caso hiciera a menudo un doble papel: el suyo propio y el de Louis Armstrong), convirtiendo al trombón en un instrumento de precisión, capaz de cantar (un emocionante Embraceable you como si fuera Billie Holiday) y de improvisar un complejo tema lleno de referencias al blues y a los himnos del gospel.
En un alarde de virtuosismo recurrió a un trombón soprano, de tesitura más amplia y un brillo sonoro muy parecido al de la trompeta, y ahí -entre sus pinitos canoros, la afabilidad de su presencia y el imaginativo uso de la sordina- se nos apareció Satchmo. El que faltaba.
Nuestro habitual papel de coro nocturno se redujo bastante en esta ocasión: cantamos, pero poco. Nos limitamos al dooa doa doa doa doa doaa en el It don´t mean a thing (if it ain´t got that swing), porque el que cantó de verdad fue el trombón, al que Wycliffe Gordon hizo hablar con o sin sordina, "vocalizando" o en un desgarrado lamento.
Eric Reed presento a Gordon como a su amigo, y hay que ser muy amigo de alguien para ponerle semejante bandeja en la que poder lucirse a su gusto. Quizá porque ese día cumplía, fuera de casa, cuarenta y ocho años. Y nosotros, el asombrado público, sin comerlo ni beberlo, fuimos quienes disfrutamos del pastel y de la fiesta.


Cartel de Gunther Kieser para festival de jazz.. 1999.

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