En 2008 Francis Ford Coppola se instaló durante una temporada en el barrio de Palermo Viejo, en Buenos Aires, para preparar el guion y el rodaje de su película Tetro. Allí conoció a la escritora María Gainza y a su pareja, que le hicieron de guías, facilitadores, confidentes y compinches. María nos cuenta en la presentación de su último libro una conversación interesante de una de tantas noches eternas:
(...) "Sería la una y media de la mañana, la banda había terminado de tocar y me caía rodando de sueño, cuando mi marido se fue a fumar al patio del bar y nos dejó solos. Me sentí incómoda, pero no me esforcé por agradar, estaba administrando la poca energía que me quedaba. Decidí dejar que el señor hiciera el esfuerzo. Entonces Coppola me miró y me dijo que mi vestido de jean le recordaba al uniforme de las obreras en las fábricas soviéticas. Quizás para otra mujer ese comentario hubiera sido una ofensa, pero a mí me resultó una imagen preciosa porque me sentí Björk en Bailando en la oscuridad. Y después, de la nada, agregó:
–Vos sabés –dijo mirando hacia el escenario que había quedado vacío–, el artista viene al mundo con un carcaj que contiene un número limitado de flechas doradas.
Parecía hablarle a un fantasma que estaba ahí y que yo no veía.
–Puede lanzar todas sus flechas de joven, o lanzarlas de adulto, o incluso ya de viejo.
Hizo una pausa dramática como en el teatro y prendió su porro. Aspiró como si tragara una bocanada de aire fresco.
–También puede ir lanzándolas de a poco, espaciadas a lo largo de los años. Eso sería lo ideal, pero ya sabés que lo ideal es enemigo de lo bueno.
Lo dijo como si estuviera improvisando, pero se notaba que era algo que tenía muy pensado.
–¿Quiere decir que el artista no tiene control sobre esas flechas? –le pregunté.
–No mucho –seguía hablándole al vacío, pero escuchaba. Pegó otra pitada–. It just happens. Y solo al final de una vida se puede evaluar la periodicidad de los lanzamientos.
Entonces se puso a cantar con voz grave y envolvente una canción italiana.(...)
Con el paso de los años el affaire Coppola se me diluye, los detalles se borran, pero la historia del carcaj y las flechas doradas sigue nítida. Guardé esa información sin saber que me sería útil más adelante. Cuando conocí a Coppola yo no escribía, pero leía mucho y creía que la literatura era producto del genio joven. Pasados mis veinte, había descartado la posibilidad de ser escritora. Unos años más tarde, la imagen que me dio esa noche me sería de enorme ayuda. No sabemos cuántas flechas trae nuestro carcaj, ni cuándo serán disparadas. It just happens.
Por supuesto, al contarme aquella pequeña fábula, Coppola estaba siendo autorreferencial, pero yo creo que también me estaba haciendo un regalo por adelantado: le hablaba a la persona que yo aún no veía en mí. Quizás con ella conversaba esa noche cuando miraba hacia lo que yo creía que era la nada."(...)
María Gainza. Un puñado de flechas. Anagrama, 2024.
Pasa cuando tiene que pasar, y nunca es tarde.
Solo hay que estar preparado, en guardia.
Facebook retira sistemáticamente la publicación de esta entrada del blog por no sé qué extraños motivos, incomprensibles para mi.
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