Todos tranquilos: no hará falta que caminemos sobre las aguas, porque, al parecer, ya han vuelto a su cauce.
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Robert Frank. París. 1949. |
A ver si, cegados por las luces de la ciudad, no nos metemos en ningún charco insalvable.
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El oficial de policía Guy Isnard, preparando una exposición de falsificaciones en el Grand Palais. París, 1955. |
Au revoir les amis.
À bientôt, sûrement.
¡Vaya lujo!
ResponderEliminarPero no os fiéis de las «apariencias» que todos los cauces son ficticio. Benjamín lo dijo alto y claro en su libro de «Los Pasajes», donde el desbordamiento de la mercancía que se vivía en superficie sólo le permitía atrapar a bocanadas (a brazadas, mecido por las corrientes), el misterioso aire que se escondía al azar en las turbulencias provocadas por el lenguaje; y ese cauce es inefable.
H
Un excelente panorama el de los pasajes.
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