jueves, 19 de mayo de 2016

Celestina

Jose Luis Gómez en su creación de Celestina. Foto de Sergio Parra.
Poner en pie a Celestina y hacerla volver al teatro debe considerarse un acontecimiento para el idioma español, y, como tal, ha de reconocerse el valor del empeño, sobre todo cuando por sus evidentes méritos el esfuerzo resulta coronado por el acierto.
Una de las primeras ediciones de la Celestina. Circa 1510. Sevilla.
El   intemporal “cuento” de Fernando de Rojas es perfecto, incombustible. Su manera de narrarlo es fascinante, y atrae al espectador con la misma fuerza magnética que sus pasiones a los desdichados protagonistas. Todo en Celestina es humano -demasiado humano- y es una fuente inagotable de emoción y de interés dramático.
Francisco de Goya. Maja y Celestina. 1808.
La  versión para la escena de Brenda Escobedo es limpia y fiel, actualizada sin renunciar a la sórdida oscuridad del original. Destaca en ella el especial interés por marcar el ritmo y el sonido del texto, dicho por excelentes actores con muy distintas cualidades bajo la exigente dirección de José Luis Gómez, tan interesado como siempre en lo específico de la “alocución escénica”. El fruto de ese complejo trabajo sobre la musicalidad del idioma está enriquecido por el meticuloso espacio sonoro creado para el espectáculo, enmarcado entre rotundas campanas y acompañado por cantos de raíz sefardita y los destemplados lamentos avihuelados del cerril Calisto.

La  tragicomedia sigue siendo perfectamente válida como compendio de sabiduría práctica frente a las estrecheces de la necesidad (llena de refranes populares, consejas, remedios, admoniciones,...) y como recensión de altos principios, mudables -como sabemos- según el interés cambiante de cada cual. 
El elenco de la función en un posado "velazqueño", con Celestina-Gómez como aposentador real  de Las Meninas. Foto de Sergio Parra.
La   puesta en escena funciona como un estilizado corral de comedias que permite el desarrollo de escenas simultáneas en planos secundarios, evitando así complicar y alargar innecesariamente la función, y propiciando que se intuyan en la penumbra acciones complementarias como el vago reflejo de la amenaza apremiante del brazo armado de la religión. La  estructura metálica (que aporta una interesante fuente complementaria de sonido “incidental”) recuerda curiosamente a las dinámicas maquinarias teatrales creadas por los constructivistas rusos para Meyerhold hace un siglo).
Liubov Popova. Boceto y puesta en escena de El cornudo magnífico, dirigida por Vsévolod Meyerhold. 1922.
José Luis Gómez hace una auténtica creación del personaje de Celestina, construido -seguramente- a partir de su memoria personal, de lo que su ojo y su oído conservan tras la provechosa observación de marginales, segregados y pobres. Con la mezcla adecuada de intuición y estudio de ese entorno lumpen construye un deslumbrante retablo de impresiones sobre la necesidad, en sus manifestaciones de vejez, avaricia, violencia, lujuria y muerte. De ahí vendrán los acentos, la gestualidad, y hasta la patadita por bulerías, que han sido consideradas “anacrónicos” por algunos. Pero el teatro es la casa de la ficción y de las artes, y no necesariamente el templo de la verdad.

Jose Luis Gómez, con Calisto, Pármeno y Sempronio al fondo. Foto de Sergio Parra.
La   Celestina de José Luis Gómez es un espectáculo extraordinario, un aguafuerte corrosivo lleno de contrastes que ilumina, cinco siglos después de que fuera escrito, las virtudes imperecederas de un texto clave para entender la fragilidad de la naturaleza humana y las cualidades de nuestro asombroso idioma.


Celestina
Dirección de José Luis Gómez
Produccin del Teatro de La Abadía y la CNTC
Teatro Bretón. Logroño
13 y 14 de mayo de 2016



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