viernes, 29 de agosto de 2014

Beethoven 'versus' Newton


Beethoven a los 13 años. Autor desconocido. 1783.
Así tituló el físico Jorge Wagensberg un artículo en el que ponía en relación la importancia de los descubrimientos de ambos sabios. De su atenta escucha y del análisis del concierto para violín en Re mayor, extrajo profundas conclusiones ligadas a los fundamentos de la mecánica. Resulta muy interesante su aportación por el acercamiento a la música desde otro ámbito del conocimiento, probablemente con los oídos más limpios. Es, sin duda, una excelente manera de hacer crítica de la cultura.
Leamos pues, apaguemos el móvil durante cuarenta y tres minutos y oigamos con toda la atención de que seamos capaces:  

Beethoven. Christian Hornemann. 1803.
"El Concierto de violín en re de Ludwig van Beethoven, opus 61, está ahí, en la historia de la música, como una torre visible desde cualquier distancia y dirección. Conviene un sencillo ejercicio doble: escucharlo y leerlo a la vez. Para seguir una audición de esta obra con la partitura bastan unos rudimentos intuitivos de solfeo (más arriba, más agudo; más blanco, más largo). Lo primero que se percibe es un claro contraste entre lo que se oye y lo que se ve. Por el oído entra todo un mundo de serena belleza y espiritualidad luminosa: es una grandiosidad. Pero ante la vista desfilan elementos muy simples, dibujos melódicos y rítmicos casi geométricos, escalas cromáticas, acordes arpegiados en séptima, largos trinos, octavas... Se diría incluso que se trata de estudios de mecanismos para dedos y golpes de arco. Ni una fórmula virtuosística. Es la grandeza: lo extenso y complejo es inteligible porque se comprime en lo breve y lo simple. 
Beethoven. Isidor Neugass. 1806.
¿Dónde he visto antes la grandeza de una grandiosidad? Este tipo de grandeza, la de la comprensión por compresión, no es obligatoria en música. No ocurre, por ejemplo, en el concierto de violín de Brahms (enorme, pero de complejidades poco reducibles). Ni siquiera ocurre con los íntimos cuartetos o las densas sonatas de piano del propio Beethoven. En ciencia, sin embargo, este tipo de inteligibilidad es, como mínimo, prioritaria. Ocurre con las leyes de la mecánica de Newton, cuya grandeza está en comprimir grandiosidades tan dispares como el movimiento de un planeta o el vuelo de un insecto. Estas leyes son aún, para muchos, la referencia central de la ciencia moderna. Muchas otras disciplinas se construyen sumando, combinando, simulando o emulando tales fundamentos. Digamos que este tipo de inteligibilidad es, en ciencia, una exigencia, y en arte, una opción: por ejemplo, la de Beethoven en este concierto. ¿Por qué?
Beethoven. Josef Karl Stieler. 1818.
El Concierto de violín de Beethoven es una investigación científica sobre la inteligibilidad del instrumento. ¿Cómo saber, de una vez por todas, cuál es la eficacia de un violín?


Beethoven. Concierto para violín en Re mayor, Op. 61. Allegro ma non troppo.

Isaac Stern. New York Philarmonic Orchestra. Daniel Barenboim. 1965. Sony.
El primer tiempo, el Allegro ma non troppo, lleva el peso de la prueba. El violín no se pelea contra la orquesta, sino que requiere su colaboración, pregunta, contrasta, duda, confirma, dialoga, busca... y encuentra.


Beethoven. Concierto para violín en Re mayor, Op. 61. Larguetto. 

Isaac Stern. New York Philarmonic Orchestra. Daniel Barenboim. 1965. Sony.
En el segundo tiempo, el Larghetto, se aplican los resultados con emoción contenida. Un tema, bellísimo, se mueve, oscila, evoluciona, acepta nuevas ideas frescas y, de repente... se hace la luz. La belleza es casi insoportable. ¡Funciona! El científico que ha vivido esta clase de júbilo reconoce también el tipo de inquietud que le sigue inmediatamente después. ¿Y ahora qué hago? ¿Cómo convencer a los demás de esta trascendencia? ¡Hay tantas aplicaciones posibles! ¿Y si resulta que es incluso más universal de lo que parece? ¡Queda tanto por hacer! ¿Y si no es tan trascendente? ¿Y si no lo es nada? Es el momento justo de valorar la conquista, de la autocrítica, la hora de desdramatizar, de recurrir a una mínima dosis de humor.


Beethoven. Concierto para violín en Re mayor, Op. 61. Rondó: Allegro.

Isaac Stern. New York Philarmonic Orchestra. Daniel Barenboim. 1965. Sony.
Es el Rondó, el movimiento final. El violín y la orquesta juegan el uno con el otro, y la tensión se esfuma: se insinúa una cierta continuación, pero el violín da un quiebro y, en lugar de ceder la palabra a la orquesta, la retoma, sin permiso aparente, en un registro más agudo... El cerebro acepta gozoso el reto de ahora predecir, ahora sorprenderse. No vayamos a olvidar que cualquier verdad tiene un límite y una vigencia.

Beethoven. Joseph Karl Stieler. 1820.
La obra divide hondamente la historia de la música en dos. Preguntemos a los violinistas, a los compositores, a los melómanos. Alguien tenía que escribir los fundamentos de la mecánica, alguien tenía que escribir este concierto".

Jorge Wagensberg. "Beethoven 'versus' Newton". Publicado el 13.03.1996 en El País.



La versión elegida por miracomosuena es la dirigida por Daniel Barenboim a la Orquesta Filarmónica de Nueva York, con el violinista Isaac Stern. Entre las mejores. Todos están a la altura de la obra que interpretan.


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