lunes, 16 de mayo de 2016

Ralph Towner y Paolo Fresu, de manera silenciosa


Ralph Towner y Paolo Fresu.

En la pareja artística formada por Ralph Towner y Paolo Fresu a las conocidas bondades del dúo de jazz se añaden las ventajas de la relación intermitente. Un vínculo, digamos, “fijo-discontinuo”, que se renueva a conveniencia desde hace más de veinte años y al que cada uno va aportando en cada reencuentro lo que sigue aprendiendo a través de otras experiencias musicales, la visita de otros sonidos y la satisfacción de otros intereses.
Retoman de vez en cuando la colaboración abierta donde la dejaron, con la facilidad que da el contar con el repertorio incombustible de su disco Chiaroscuro (2009), que lleva camino de convertirse en un clásico del jazz del siglo XXI.  En ese puerto seguro, sobre esas diez canciones magníficas, vuelan alto y renuevan y enriquecen la provechosa relación.  Comentó Fresu que el disco reflejaba “la filosofía del dúo”, y se refirió a Caravaggio y a su contrastado estilo de luces y sombras como una constante fuente de inspiración para su música.
Caravaggio. El tañedor de laúd. 1596.

Afortunadamente su concierto en Logroño tuvo un sonido perfecto, transparente, algo absolutamente imprescindible para apreciar tan sofisticada música. Y para disfrutarla plenamente, porque además de su evidente complejidad intelectual también es una música con voluntad de apreciación sensual, que desde su delicada sutileza llama a la alegría de vivir.
La noche empezó con Punta Giara para seguir con Wistful thinking, Doubled Up y Blue in Green (esa maravilla escrita por Bill Evans y firmada a medias con Miles Davis). Después el standard I fall in love too easy, de Jule Styne, popularizado por Frank Sinatra y los trompetistas Chet Baker y -de nuevo- Miles Davis, en la que apreciamos la capacidad del dúo para el swing y para afrontar cómodamente una canción de estructura convencional, más allá de los modos lineales donde se suelen mover. Y para acabar, Chiaroscuro, Sacred Place y, de regalo, Summer´s end, con un aire de bossa nova brillante y alegre.
Ralph Towner .
Ralph Towner demostró que es un virtuoso dotado de una técnica compleja, sofisticada y esencialmente clásica, que pone al servicio del sonido y de la emotividad de su personal forma de entender, tocar y componer jazz. Su formación inicial como pianista se aprecia en su asombrosa capacidad “polifónica” -tocando con naturalidad varias líneas melódicas simultáneamente- y en sus desarrollos armónicos. Escuchándole se entiende que se sienta más cerca de Bill Evans que de los guitarristas del be-bop, porque su música resulta siempre cool, limpia, precisa, elegante. Su forma de tocar asombra a los aficionados al jazz, aunque sea habitual en otras culturas guitarrísticas: la sutileza de la cuerda pulsada, su maestría con el legato, la capacidad de obtener delicados sonidos percutivos en el mástil mediante leves presiones, los efectistas glissandos, su fluidez,…, todo en él resulta –aparentemente- sencillo y natural: como respirar. Y cuando toca la guitarra barítono no disminuyen esas cualidades y entre las  sonoridades graves aparece la capacidad para hacer sonar un instrumento acústico con la potencia de un bajo funky.
Paolo Fresu.
Junto a este sabio tranquilo, este virtuoso en plena madurez que todo lo hace fácil, estuvo el impecable Paolo Fresu, un brillante trompetista que aportó versatilidad al dúo, unas veces  a través de vibrantes desarrollos melódicos sobre el ostinato minimal y a menudo remarcando el valor musical del silencio, la importancia de ese aire que es poco más que el aliento vital previo a la nota musical. Resultaba curiosa su gestualidad, recordando a veces a un arquero en constante tensión para colocar la nota precisa en el lugar adecuado, y otras convertido en un ovillo reconcentrado, buscando desde donde extraer de su capacidad instrumental la sentimentalidad, el brillo y el calor que equilibraran tan delicadas melodías. Como en todos los trompetistas de su generación se puede reconocer en Fresu la influencia de Miles Davis,  pero más en la intención que en la técnica o el fraseo, lo que le mantiene lejos de la amenaza manierista. Su paleta de sonido –con el fiscorno y la trompeta, con o sin sordina- es amplísima, y su riqueza tímbrica admirable, muy apropiada para aportar atmósferas y colorido al repertorio.
Caravaggio. La tentación de San Mateo. 1599.
Fue un excelente concierto de setenta minutos que se hicieron muy cortos, con el público en un silencioso arrobo ante dos músicos unidos a la vez por el contraste y la sintonía entre la cálida luz y la misteriosa sombra. Aunque, como suele pasar en las parejas, los papeles eran intercambiables.
Para el anecdotario queda, por infrecuente, la utilización en plena actuación de una lima de uñas por el maestro Towner. Y es que la mano es un instrumento de precisión. 


Ralph Towner & Paolo Fresu
JAZZ 2016. Cultural Rioja
Teatro Bretón. Logroño
11 de mayo de 2016



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