viernes, 20 de mayo de 2016

El relativo valor de las palabras

Joseph Kosuth. Una y tres sillas. 1965.
Dice el viejo maestro Lao Tse (bueno, esto en realidad es una forma de hablar y sería más adecuado decir que se dice que decía allá por el siglo VI antes de Cristo) que “desde los tiempos más remotos hasta hoy, jamás se ha podido prescindir de los nombres para entender las cosas”.
¿Seguro?
¿Será cierto que todo está definido por las palabras?
¿No hay más realidad que la que abarca el variable acervo verbal de cada idioma?
¿Es verosímil que todo esté para siempre en el vocabulario de cada lengua, y agrupado ingeniosamente en relatos recogidos en los libros?
¿Está todo previsto, clasificado y descrito en la biblioteca, como les gusta pensar a los técnicos de la IFLA y a los satélites y alienígenas que les rodean?
¿Son las palabras de alguna utilidad?
Hablando, ¿se entiende la gente?
Vamos a ver qué dice al respecto Borges en "La biblioteca de Babel", porque él tuvo mucho que ver con tan arduo asunto y lo afrontó desde varias trincheras:


Joseph Kosuth. Una y tres fotos. 1965.
"Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». 
Joseph Kosuth. ex hypothesi. 1990.
Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres 
dhcmrlchtdj 
que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?)."
Joseph Kosuth. Las palabras son hechos. 1991.

1 comentario:

  1. Además de satélites y alienígenas hay bastante indeseable.

    ResponderEliminar