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Rocío Márquez y Juan Antonio Suárez Cano, "Canito". Foto de Sandy Korzekwa. |
Recientemente, en una entrevista para su programa radiofónico Nuestro Flamenco, el sabio José María Velázquez-Gaztelu le citaba a Rocío Márquez un párrafo de la narración Nadadora sumergida, de Federico García Lorca, en el que decía verla reflejada y definida: "Es preciso romperlo todo para que los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor." Una imagen preciosa y un acierto pleno, ajustado como un guante para describir la actitud y los logros de una cantaora a la que estamos viendo crecer sin parar, y en todas las direcciones a la vez, como quería John Coltrane. Todo le viene bien como punto de partida, y el destino ya se irá viendo. Pueden ser Falla, Granados y Albeniz o Bronquio, Enrike Solinís o Los Planetas, Fahmi Alqhai o el Proyecto Lorca, Pepe Marchena y la Niña de los Peines, Raül Refree o Rosa Torres-Pardo, Francisco Moreno Galván, Miguel Hernández o Antonio Orihuela. Todo suma, y a menudo multiplica.
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Rocío Márquez. |
En el concierto de la semana pasada en Logroño vino estupendamente acompañada por Juan Antonio Suárez Cano, "Canito", multiplicado en hombre orquesta, polifónico total para servir al repertorio mestizo de Visto en el Jueves, su disco de hallazgos sorprendentes en el mercadillo sevillano de la calle Feria, un tesoro en el que caben tangos y coplas, fandangos, rondeñas y peteneras, canciones y poemas, todo limpio y reajustado, renovado, o, mejor todavía, nuevo, vivo.
Rocío Márquez estuvo tan bien como siempre y con la entrega habitual hacia este público que tanto la quiere y que tan elocuentemente se lo demuestra. Afinadísima, vibrante, arriesgada, nada convencional, jugando a sorprender y a deslumbrar, y consiguiéndolo siempre. Perfecta.
El proyecto Visto en el Jueves se le quedó corto, y entre otras hermosuras añadió en los bises una preciosa seguiriya con una "copla libertaria" del libro Alfileres, de Isabel Escudero, que dió título a su disco Firmamento:
"Lo peor de la condena
Es cogerle el gusto
A las cadenas."
Es una alegría que en estos tiempos de ruedas de molino y mentiras impunes siga habiendo artistas como Rocío Márquez que canten contra la servidumbre voluntaria y el autoengaño. Y mucho mejor si lo hacen en un teatro, trabajando, como quería Lorca, para que "los dogmas se purifiquen y las normas tengan nuevo temblor."
Suerte.
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