Jose Luis Gómez en su creación de Celestina. Foto de Sergio Parra. |
Poner en pie a Celestina y hacerla
volver al teatro debe considerarse un acontecimiento para el idioma
español, y, como tal, ha de reconocerse el valor del empeño, sobre
todo cuando por sus evidentes méritos el esfuerzo resulta coronado
por el acierto.
Una de las primeras ediciones de la Celestina. Circa 1510. Sevilla. |
El intemporal “cuento”
de Fernando de Rojas es perfecto, incombustible. Su manera de
narrarlo es fascinante, y atrae al espectador con la misma fuerza
magnética que sus pasiones a los desdichados protagonistas. Todo en
Celestina es humano -demasiado humano- y es una fuente inagotable de
emoción y de interés dramático.
Francisco de Goya. Maja y Celestina. 1808. |
La versión para la escena
de Brenda Escobedo es limpia y fiel, actualizada sin renunciar a la
sórdida oscuridad del original. Destaca en ella el especial interés
por marcar el ritmo y el sonido del texto, dicho por excelentes
actores con muy distintas cualidades bajo la exigente dirección de
José Luis Gómez, tan interesado como siempre en lo específico de
la “alocución escénica”. El fruto de ese complejo trabajo sobre
la musicalidad del idioma está enriquecido por el meticuloso espacio
sonoro creado para el espectáculo, enmarcado entre rotundas campanas
y acompañado por cantos de raíz sefardita y los destemplados
lamentos avihuelados del cerril Calisto.
La tragicomedia sigue
siendo perfectamente válida como compendio de sabiduría práctica
frente a las estrecheces de la necesidad (llena de refranes
populares, consejas, remedios, admoniciones,...) y como recensión de
altos principios, mudables -como sabemos- según el interés
cambiante de cada cual.
La puesta en escena
funciona como un estilizado corral de comedias que permite el
desarrollo de escenas simultáneas en planos secundarios, evitando
así complicar y alargar innecesariamente la función, y propiciando
que se intuyan en la penumbra acciones complementarias como el vago
reflejo de la amenaza apremiante del brazo armado de la religión. La estructura metálica (que aporta una interesante fuente
complementaria de sonido “incidental”) recuerda curiosamente a
las dinámicas maquinarias teatrales creadas por los constructivistas
rusos para Meyerhold hace un siglo).
El elenco de la función en un posado "velazqueño", con Celestina-Gómez como aposentador real de Las Meninas. Foto de Sergio Parra. |
Liubov Popova. Boceto y puesta en escena de El cornudo magnífico, dirigida por Vsévolod Meyerhold. 1922. |
José Luis Gómez hace una
auténtica creación del personaje de Celestina, construido
-seguramente- a partir de su memoria personal, de lo que su ojo y su
oído conservan tras la provechosa observación de marginales,
segregados y pobres. Con la mezcla adecuada de intuición y estudio
de ese entorno lumpen construye un deslumbrante retablo de
impresiones sobre la necesidad, en sus manifestaciones de vejez,
avaricia, violencia, lujuria y muerte. De ahí vendrán los acentos,
la gestualidad, y hasta la patadita por bulerías, que han sido
consideradas “anacrónicos” por algunos. Pero el teatro es la
casa de la ficción y de las artes, y no necesariamente el templo de
la verdad.
Jose Luis Gómez, con Calisto, Pármeno y Sempronio al fondo. Foto de Sergio Parra. |
La Celestina de José Luis
Gómez es un espectáculo extraordinario, un aguafuerte corrosivo
lleno de contrastes que ilumina, cinco siglos después de que fuera
escrito, las virtudes imperecederas de un texto clave para entender
la fragilidad de la naturaleza humana y las cualidades de nuestro
asombroso idioma.
Celestina
Dirección de José Luis Gómez
Produccin del Teatro de La Abadía y la CNTC
Teatro Bretón. Logroño
13 y 14 de mayo de 2016
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