Armando Mariño. La patera (The raft). 2010.
Las palabras sirven a los hombres como ligeros vehículos de expresión y comunicación, traídos y llevados por corrientes y vientos sin regla estable, sujetos al interés y sometidos al dominio.
Solo las salva su utilidad y la precisión con la que nombran fenómenos, sentimientos o situaciones mutables por naturaleza.
Cuando, siguiendo un rumbo azaroso, cambian de medio, suelen cambiar de significado, o, al menos, se utilizan con distinta intención.
Son frágiles, y la caducidad y la transformación forman parte de su esencia.
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Federico Fellini. E la nave, va. 1983. |
Es difícil limpiar, fijar y dar esplendor en condiciones tan volátiles, pero, aún así, la nave, va.
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No se me quita la sonrisa del rostro. He ido a pagar esta mañana un recibo a Bankia, y las puertas que servían para velar por la seguridad de los empleados y clientes, pero sobre todo del capital de la empresa, ya sabes, ese maldito y retardado sistema de “llamada-espera- apertura”, encerrados en una especie de cámara de descompresión a base de cristales blindados, se ha quedado en nada: ¡No funcionaban! Esas precauciones han pasado de tecnología punta al vertedero de la tecnología arqueológica; es lo que tiene tener al chorizo dentro ¿Cómo no lo habíamos sospechado? Han debido hacer un sencillo cálculo doméstico –sin Excel-, sobre la insignificancia que supone el robo de una sucursal en comparación con el desfalco perpetrado. Y esto te lo cuento, es obvio, a propósito de las palabras de tu post de hoy, y de la aparente poca enseñanza del idioma y su poliédrico sentido que se hace en las facultades de economía. Un fuerte abrazo. Y sí, a pesar de todo “… la nave, va”.
ResponderEliminarA propósito del "caso Bankia", Alex Grijelmo cuenta muy bien en http://elpais.com/elpais/2014/10/31/opinion/1414753558_454418.html que detrás de un cambio en la elección de las palabras que nombran a las cosas hay operaciones que nunca son inocentes o espontáneas.
EliminarSon trucos de trilero, y a menudo acaban en latrocinio.