viernes, 3 de octubre de 2014

¿Diga...? Sí, al aparato

F.G. Cabina telefónica. Cáceres. 07.14.
¿Cuánto tiempo hace que no ves a alguien usando una cabina telefónica? ¿Cuánto hace que no las has usado tú?
La vieja cabina (que inspiró a Antonio Mercero en1972 un extraordinario mediometraje protagonizado por el inmenso José Luis López Vázquez) huyó de su imagen de amenazante sarcófago hermético para reconvertirse en
bifronte totem expuesto a la intemperie de los nuevos tiempos en encrucijadas y zonas de paso. Casi como las “picotas” o “rollos” desde donde uno contaba sus pecados o sus expectativas a voz en grito.
Pero la invasión de telefoninos, celulares, móviles, “mancontros” y otros juguetes peripatéticos secundariamente comunicativos las ha dejado sin cuota de negocio y, en consecuencia, abandonadas por sus concesionarios explotadores.
F.G. Panel lateral de una cabina telefónica. Cáceres. 07.14.
El armatoste se ha reciclado espontáneamente en tablón de anuncios, cargado de papelitos informativos acabados en vibrantes flecos recortables en los que figura el número del oferente. Pero ahí acaba su función comunicativa, porque el interesado conecta con el chollo desde su portátil.
Teléfono diseñado por Henry Dreyfuss. 1937. (Por primera vez se unen auricular y micrófono en una pieza).

El artista conceptual Isidoro Valcárcel Medina dedicó dos días de 1973 para comunicar a ochenta abonados elegidos al azar que la Telefónica le había instalado en casa un aparato con el número 2004247. Los beneficiados de ese afán comunicador reaccionaron con un grado de interés variable, dentro de una horquilla que iba desde la indiferencia a la indignación.
Página publicitaria de los teléfonos Dreyfuss. 1946.
Qué tiempos aquellos en los que la llegada de un teléfono a la casa de uno era un acontecimiento equiparable a la primera comunión de un hijo, y en los que una cabina, aunque fuera de fichas, resolvía las urgencias de un barrio o de todo un pueblo.
 

           Saul Bass. Dos aplicaciones para cartel de la imagen gráfica creada para El factor humano, de Otto Preminger. 1979. 


La vida, siempre pendiente de un hilo. 
Aunque tengas un iPhone 6 plus.

2 comentarios:

  1. Unos auriculares, los del teléfono de Saul Bass, que parecían también unas gafas o prismáticos de cristales negros, u 'opacos', que es el adjetivo de la semana. Unas gafas ya descolgadas por las que ya no se puede ver nada, sin uso. Sin duda, a través del auricular telefónico también veíamos o creíamos ver al otro lado. Muy bueno lo de la cabina Totem. Bernardo

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  2. Hablando de que "no hay peor ciego que el que no quiere ver", cuando éramos pequeños cantábamos con énfasis de vendedor ambulante un pregón premonitorio: "gafas de madera para la sordera". Era lo que se llevaba entonces: ni ver, ni oír, ni hablar.
    Estamos de "revival".

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