Ahí los tienen, saliendo de un consejo de administración, unidos por sus silencios en este prodigio de sincronía cómplice.
Agitan entusiasmados el premio, y están inmensamente agradecidos por haber sido invitados a un alevoso desvalijamiento colectivo.
¿Su papel?: decir sí a todo, y hacer como que no sabían nada. Poca cosa para tantas tragaderas.
El robo sincronizado como disciplina olímpica por equipos. ¿Habrá algo más universal?
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