martes, 18 de junio de 2013

Museos, marketing y famoseo.

Cornelia Parker. The maybe. 1995. Serpentine gallery. Londres.






La polifacética artista Cornelia Parker recibió en 1995 el prestigioso Premio Turner por su performance The Maybe, desarrollada  en la Serpentine Gallery de Londres.
En su exitosa estrategia por estar permanentemente en el candelabro, al MoMA se le han quedado cortas sus excelentes colecciones y las formas de exponer más o menos tradicionales, realizadas conforme al canon estético que el museo impuso a machamartillo a todo el mundo, y ha optado, como otros museos de la primera división, por ligar su prestigio al famoseo glamouroso. 
A lo largo de 2013, y sin previo anuncio, Tilda Swinton pasará seis jornadas laborales dentro de una hornacina, entre naturaleza muerta y still life. 
¿Aporta mucho esa acción a la creación artística? Seguramente, no, pero la actriz se barniza de prestigio y el museo ocupa espacio en los medios y mueve las taquillas entre los que aspiran a ser agraciados con el intangible beneficio de participar en el frío ritual de la presentación en el templo.

Tilda Swinton durmiendo en el MoMA. 2013.


Empezaron los peluqueros, seguidos por los modistos y los cocineros; después los disc-jockeys (cualquiera pinchaba, hasta Kate Moss) y los artistas pop (ahora mismo David Bowie o Kraftwerk) o los estrategas de la subversión (Malcolm McLaren, Vivienne Westwood y el movimiento punk).
Ahora, para "denunciar el consumismo compulsivo", la artista Tara Subkoff necesita recurrir a la top model Milla Jovovich, de la misma manera que antes recurrió a Scarlett Johansson, Reese Witherspoon y Chloë Sevigny, promoviendo lo que dice combatir.
Lo que no lograron los futuristas con el iluminado afán iconoclasta por destruir los museos que proclamaba Marinetti en su Manifiesto de 1909, lo van a conseguir los gerentes de estas corporaciones tras convertirlas en pasarelas de moda y fuente de negocio. 
El paradigma ha cambiado, y los lugares nacidos para el conocimiento y la reflexión se están transformando con aquiescencia generalizada (incluso con la connivencia y el concurso de los artistas, como en el caso de Marina Abramovic, que consintió que una cuadrilla de asistentes a los que ella había entrenado recrearan unas intervenciones que tuvieron su importancia, entre otras cosas, por ser concebidas como únicas e irrepetibles) en plataformas para el espectáculo y el desarrollo de estrategias ajenas al arte y a menudo contrarias a él. 
Estamos viendo lo que pasa cuando los médicos son suplantados por "gerentes" y expertos de dudoso pelaje: la que sale perdiendo siempre es la salud pública. De la misma manera, cuando se pretende gestionar un servicio cultural mirando más a las páginas de "gente" y "espectáculos" que a las de "cultura y sociedad", la cosa empieza a ir mal.

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