Plano ideal de una ciudad romana antigua. |
El recorrido del imaginario cardo de la ciudad desde un
autobús público es una experiencia interesante y muy recomendable. En primer
lugar porque da la medida del ingente cuerpo material que nos acoge, una urbe
de dimensiones considerables con una tipología callejera variada y no siempre
coherente. De ahí surgen las singularidades, que cuando son armónicas se pueden
considerar admirables frutos de la colectividad y en la mayoría de las ocasiones
son solo el mejor resultado posible logrado por el esfuerzo de los técnicos
frente a la imprevisión de la administración y la codicia de los
particulares, que somos todos, pero unos más que otros.
En cualquier caso, casi siempre nos enfrentamos a un laberinto (un lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas) que no tiene necesariamente la intención de confundir a quien en él se adentra, pero que por su enredo a menudo funciona como verdadero dédalo en el que cuesta acertar con la salida.
El autobús describe círculos, lazos y curiosas figuras dinámicas que dejan a la vista del infrecuente viajero imágenes y perspectivas sorprendentes: unas veces oasis, otras nudos y en ocasiones muñones.
Desde el interior de la máquina, la experiencia acústica resulta variada y atractiva, aunque acaba dominada por la minimalista matraca mecánica y su transmisión a la conducción.
En cualquier caso, casi siempre nos enfrentamos a un laberinto (un lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas) que no tiene necesariamente la intención de confundir a quien en él se adentra, pero que por su enredo a menudo funciona como verdadero dédalo en el que cuesta acertar con la salida.
El autobús describe círculos, lazos y curiosas figuras dinámicas que dejan a la vista del infrecuente viajero imágenes y perspectivas sorprendentes: unas veces oasis, otras nudos y en ocasiones muñones.
Desde el interior de la máquina, la experiencia acústica resulta variada y atractiva, aunque acaba dominada por la minimalista matraca mecánica y su transmisión a la conducción.
De norte a sur-suroeste en autobús urbano.
Motor, aceleración, reducción, frenado y vuelta a empezar, todo aderezado por misteriosos bufidos suspensorios. Poco se oye del sonido externo, a pesar de que atravesamos la urbe a mediodía pasando por zonas residenciales periféricas, barrios antiguos, grandes avenidas, polígonos industriales residuales, parques comerciales y zonas verdes. De todo, pero no suficientemente ruidoso para atravesar el caparazón de chapa metálica y cristal. La verdad es que yo aspiraba a que se manifestara espontáneamente Charles Ives, pero no compareció.
Charles Ives. Sinfonía nº 4. Finale. Largo maestoso.
Orquesta Sinfónica de Chicago.
Director: Michael Tilson Thomas.
Sony. 1991.
La variedad la aporta el colorido local polimorfo de los viajeros de corto recorrido: madres con niños, ancianos, señoras mayores que acuden a comprar al centro, y una amplia e imprecisa edad media que se desplaza a sus desconocidos asuntos. Otras horas traerán a otros viajeros y otros sonidos: los madrugadores que acuden al trabajo, los bullangueros estudiantes, los padres que llevan a sus pequeños a los colegios concertados de la periferia, las cuadrillas de variada característica e intención, los que acuden a ambulatorios o visitan a enfermos hospitalizados, y un sinfín de posibilidades con su inacabable música, a veces con música expresa, desde el transistor o incluso cantada, o la música callada de los ensimismados auriculares, cada vez más abundantes, quizá porque dan la sensación al solipsista portador de que aprovecha mejor el tiempo y se distrae. No creo que haya tertulia radiofónica, canción o sinfonía comparable en riqueza, variedad y renovación permanente (en interés, en definitiva) al inacabable ruido de la vida misma. Y todo ello pautado por la grabación que nos anuncia la aproximación y llegada a un abundante repertorio de lugares y topónimos que en el mejor de los casos resuenan como hermosas fuentes de evocación. Porque también ponerle nombre a las cosas es un arte, y cuando se refiere acertadamente a personas o a hechos del pasado llega a ser un signo de civilización: hacer que suene y perdure en la memoria colectiva el nombre de los mejores.
Logroño en autobús. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario