Pocos casos habrá en que un género se identifique tan estrechamente con el nombre de su creador hasta el punto de que llegue a formar parte de la definición canónica.
Ramón, tan perspicaz para todo, se autorretrataba dando un circunloquio por personaje interpuesto. Decía de sí mismo: "No es un escritor, ni un pensador, es un mirador, la única facultad verdadera y aérea: mirar. Nada más".
El sonido en todas sus formas fue para él permanente motivo de interés e inspiración ocurrente. Su ingenio sutil produjo infinidad de pequeñas piezas de precisión, llenas de brillo y eufonía, como bellas cajas de música.
Hoy selecciono cuatro referidas a la danza, y no serán las últimas.
"La guitarra pespuntea de música la falda de volantes".
Gino Severini. Bailarina azul. 1912. |
"Cuando se yergue la serpiente parece que va a bailar flamenco".
Ubiña. Carmen Amaya. 1963. |
"Soñar es bailar".
Vaslav Nijinsky. La siesta del fauno. 1912. |
"Baile: demasiadas huellas dactilares".
Buenos Aires. Circa 1920. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario