Miquel Barceló. En Mali. 1989. |
Los rebeldes musulmanes que controlan el norte de Mali promulgaron una sharía contra cualquier forma de manifestación musical practicada por la población sometida, desde la más elemental y espontánea hasta la más sofisticada, que tradicionalmente se ha difundido desde ese país hacia amplios mercados de todo el mundo. Su riqueza rítmica y melódica ha sido valorada adecuadamente, y ha influido en la sensibilidad de muchos músicos occidentales. Una especie de segunda colonización (o, más adecuadamente, polinización), sin los componentes criminales de la primera migración ligada al esclavismo masivo de la edad moderna. Parece evidente para el oído atento y está demostrado por los etnomusicólogos que las antiguas formas musicales de este territorio africano están en la base de las múltiples variedades de blues que se desarrollaron a lo largo de un proceso de siglos en el norte de América, y desde allí, a través de la influyente música popular estadounidense, a todo el mundo.
Ahora, otro tipo de imperialismo con cobertura religiosa pero igualmente criminal se expande por África y en su delirio afirma, por boca de uno de sus comandantes, que “la música es contraria al Islam. En vez de cantar ¿por qué no leen el Corán? No estamos únicamente en contra de los músicos de Malí; estamos en una guerra contra todos los músicos del mundo”. Ahí es nada. Ignorancia y vanidad a partes iguales. La fecunda relación entre la música y el Islam la demuestran las variadas tradiciones de tantos países, con su riquísima diversidad en la que casi siempre ha habido espacio para lo sagrado y lo profano. Pese a la criminal amenaza, que no dudaría en perpetrarse en asesinato, los músicos de Malí siguen produciendo belleza para el mundo y riqueza también para su necesitado país. Traigo aquí, como ejemplo entre muchos otros, a la delicada Rokia Traoré, uno de los últimos eslabones de la larga cadena que, pasando por Ali Farka Touré, Salif Keita, Toumani Diabaté o Oumou Sangaré, relaciona el presente con los ancestrales griots, narradores que conservaban y cantaban la tradición oral de la colectividad.
La canción, Mélancolie, pertenece a su disco Beautiful Africa, producido por John Parish (colaborador habitual de PJ Harvey, Tracy Chapman o Eels) en Bristol este mismo año. El director del video ha sido Romain Carciofo, y, cuando sepa algo del bailarín, lo contaré.