viernes, 25 de marzo de 2016

La piedad



Una de las 300.000 víctimas de la guerra de Siria en brazos de su padre, otra víctima. Foto de Manu Brabo, premio Pulitzer 2013.
El crimen, individual o colectivo, pero siempre injusto, está (como se encargan de recordarnos a diario los medios de comunicación –ahora en Bruselas, mañana en cualquier otro lugar-) entre nosotros.
Samuel Aranda. Un herido en las revueltas de Yemen abrazado por su madre. Premio World Press Photo 2011.
La brutalidad es universal y eterna, sus secuelas perdurables, y el dolor que produce mueve conciencias y voluntades.
W. Eugene Smith. Tomoko Uemura bañada por su madre. 1971 
Las imágenes de los periódicos despiertan automáticamente nuestros sentimientos y emociones: sacan a la superficie lo mejor de entre lo más hondo, y suelen generar empatía y compasión.
Miguel Ángel Buonarroti. Piedad Palestrina. 1550. Foto F.G.
Quien está atento a las fotografías de su época percibe frecuentemente reminiscencias de iconos arquetípicos que formaron parte del lenguaje común de los grandes artistas, que recurrieron a ellos para representar con eficacia y acierto perdurable los crímenes del pasado.
Vincent Van Gogh.La Piedad de Delacroix. 1889.
Quizá la tradición de representar cuerpos yertos, vencidos, derrotados por la infamia, tenga una explicación antropológica además de la mera plasmación de la dolorosa evidencia cotidiana: en esas imágenes nos reconocemos vulnerables, y, a la vez que la necesaria rabia, sentimos la necesidad y dependencia de los otros.
Oskar Kokoschka. Piedad. Cartel para una obra teatral. 1909.

Taller de Juan de Juni. La lamentación o La piedad. 1540.



La piedad, la compasión, la misericordia y el amor a los demás, son virtudes perfectamente laicas, y tan dignas de cultivo como el afán de justicia y el sentimiento de fraternidad, con las que conviven civilizadamente.

Marcos Moreno. La niña que llegó huérfana a las costas españolas a la que sus rescatadores de Cruz Roja llamaron Princesa.
 La piedad es un arma cargada de futuro.

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