jueves, 17 de marzo de 2016

Al compás del corazón

Marta Fernández Calvo en acción. (Todas las fotos, de Lucía Corrales, proceden del facebook de la artista)
Cuando el arte aspira a algo distinto y superior a la mera imitación de la realidad, las formas de expresión tradicionales se suelen demostrar insuficientes como vehículo de intervención y conocimiento, y aparecen nuevos comportamientos creativos -casi siempre efímeros- ligados a la experiencia personal.
La   artista Marta Fernández Calvo (que ha vuelto a España después de un largo periplo internacional formativo y creador, atraída por el momento de ebullición social que se vive en nuestro país y con la intención de participar en él activamente) ha presentado en Madrid, en el marco de Casa Leibniz, un trabajo específico para el palacio de Santa Bárbara que la acogía, una performance titulada 696 pulsaciones
El   punto de partida fue la reacción física que le provocó su primera visita al lugar, un deseo irrefrenable de correr por sus estancias y la necesidad apremiante de traducir ese deseo en una acción que la llevara a apropiarse de las cualidades esenciales de tan fascinante espacio.
Elaboró primero un plano emocional del edificio midiendo sus estancias a través de las pulsaciones generadas por la taquicardia, y estableció una dialéctica estratégica compleja entre el lugar, la agitación interna producida por la vivencia emocionada de ese espacio y los signos externos de esa emoción manifestados en acciones de intención artística llevadas a cabo colectivamente por un grupo de performers interactuando entre la arquitectura y el público que acudía a los salones, tratando de recuperar el nivel de sensación e intensidad emocional que “topografió” la artista en su visita inicial.
El   edificio, naturalmente, no permaneció inerte: el palacio vibró, latió y se transformó, aportando a la acción su mudable contenido y los sonidos que generaba el flujo constante, sumando el crujido de las tarimas, los murmullos cómplices y las voces distraídas de los visitantes a los ruidos propios de los fantasmas titulares.
Marta Fernández Calvo asegura que la acción consiguió su pretensión: “la toma de consciencia del afuera desde la percepción de lo que acontece dentro.” 
¿Qué queda de todo ello, pasado el tiempo? ¿Qué queda de una acción al margen del mercado que no genera objetos perdurables más o menos convencionales? Poco o mucho, según se mire: unos cuantos documentos del proceso y la memorable emoción de los espectadores que lo compartimos, y que confirmamos la intuición de que los latidos del corazón son una excelente unidad de medida para las emociones y un poderoso motor para la acción.
Quien lo vivió (quien lo vio, quien lo sintió, quien lo escuchó) lo sabe.

1 comentario:

  1. Efectivamente, el objeto confesable de una acción artística no pretende más perdurabilidad que la emoción, y "que los latidos del corazón son una excelente unidad de medida para las emociones y un poderoso motor para la acción". Aunque ignoremos que el sistema límbico y la respuesta neurovegetativa son el gran almacén y vía no volitiva respectivamente que intervienen en el insondable mundo de las emociones.
    Espléndida propuesta también la de esta entrada de "miracomosuena".

    Para saber algo más :
    Daril de la Nuez Licenciado en Biología, Máster en Análisis de Ecosistemas: "Aunque históricamente los seres humanos hemos vinculado nuestros sentimientos y nuestras emociones al corazón, lo cierto es que es el cerebro el órgano que dirige y controla todo lo relacionado con ello, mientras que el corazón solo refleja, con la aceleración de sus palpitaciones, lo que realmente está ocurriendo “allá arriba”."Sin embargo, no todo nuestro cerebro participa en esta respuesta emocional"
    http://www.batanga.com/curiosidades/7155/cuales-son-las-partes-del-cerebro-que-controlan-nuestras-emociones
    Sin embargo, no todo nuestro cerebro participa en esta respuesta emocional.
    EMOCIONES Y CEREBRO
    CARLOS BELMONTE MARTÍNEZ * Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Instituto de Neurociencias, Universidad Miguel Hernández

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