Manuel Carmona Heredia, “Nene de Santa Fe”. |
El mundo del flamenco es tan rico y diverso que no para de dar agradables sorpresas a la afición. Por ejemplo descubrir a sus 66 años a un excelente cantaor en plena madurez artística, que ha hecho una carrera discreta al margen del relumbrón de las grandes citas y de los discos, y que se atreve con un “encierro” muy exigente que le obliga a esfuerzo y tensión continuos, y a una entrega a prueba de públicos renuentes.
Zambra del Cujón. Granada, 1890. Foto de José García Ayola. |
Esto es lo que disfrutamos en el concierto de Manuel Carmona Heredia, “Nene de Santa Fe”, que se enfrentó a pecho descubierto y con la exclusiva ayuda de un excelente escudero, Paco Cortés, a cien minutos de concierto lleno de peligros. Con esos apellidos y su denominación de origen, huelga decir que la casta gitana está asegurada: lució una voz muy expresiva, doliente, afillá, de amplio colorido y hondo rajo, y todo lo que cantó sonó antiguo y cabal.
Como no quería dejar de hacer nada de lo mucho que sabe, se trajo una escaleta con los palos que iba a afrontar (una costumbre habitual en otros géneros y necesaria para grupos amplios, pero inédita, que yo sepa, en un cantaor flamenco), lo que corrobora la seriedad profesional con que acudió a la cita.
Sus credenciales tuvieron la forma de un romance a palo seco (una preciosa variante del Romance de la hermana cautiva, o de los dos hermanos, que cantó, a pie firme, como si lo hubiera aprendido en una fragua, acompasándose libremente al ritmo de su respiración); una rica colección de tangos de diversa procedencia; las malagueñas de Chacón (con una expresa mención emocionada al maestro en su letra) cantadas con admirable solvencia y con la ductilidad que requiere tan delicada joya; unas alegrías, encabezadas por la cantiña de la rosa (que le ayudó a dibujar, muy hermosa, el portentoso caballero de la guitarra) y con otro saludo, esta vez a Pastora Pavón, la Niña de los Peines;
siguió con una larguísima tanda de soleares muy gitanas, de preciosas letras cargadas de derrota, con su cita acordándose de Fernanda de Utrera, e hilvanadas con brillantez constantemente renovada por Cortés; un taranto lleno de musicalidad, tan hondo como luminoso, y una taranta tremenda, en la que logró convertir el elogio toponímico en arte mayor; una caña canónica, en maestro antiguo, grande desde los “ayes” hasta el final; y, para terminar, una seguiriya llena de arrojo y sentimiento, de emoción y valor, en la que se apreció, sin mencionarlo, el recio influjo de Antonio Mairena.
Como anunció desde el principio, puso todo su corazón para gustar, y cualquiera de los cantes de la noche valió todo un concierto, pero hubo que esperar a la propina (un marco de bulerías -¿fuera de la escaleta?- en el que cupieron, entre otros, Caracol, Mairena y la Bernarda) para que recibiera el merecido premio de una cerrada ovación con el público puesto en pie.
Así es la vida: unas veces nos pasamos de generosos y otras desdeñamos el mérito.
Su compañero, Paco Cortés, demostró que es un guitarrista virtuoso, con un sonido amplísimo y poderoso, contundente y misterioso, desde los hondos graves del bordón hasta los delicadísimos trémolos, que toca con tal levedad como si lo hiciera en negativo, despojados al máximo. Tiene una riqueza melódica prodigiosa, gran imaginación y siempre resulta muy flamenco, sabiendo, cuando es necesario, sonar “antiguo”, chispeante y muy alegre. Tanto en solos y falsetas como sirviendo al cante resultó siempre “cantabile” y flexible, y acompañó a su “primo” Manuel de maravilla.
En definitiva, una gran noche de dos maestros en plena forma. Un auténtico placer con regusto añejo, muy especial, para recordar.
"Nene de Santa Fe"
Paco Cortés, guitarra
Salón de columnas del Teatro Bretón
Logroño
10 de marzo de 2016
Otras crónicas de los Jueves Flamencos de 2016:
Argentina
Luis "El Zambo"
Guadiana
Rocío Márquez
Postal de las cuevas granadinas. Circa 1950. |
Sus credenciales tuvieron la forma de un romance a palo seco (una preciosa variante del Romance de la hermana cautiva, o de los dos hermanos, que cantó, a pie firme, como si lo hubiera aprendido en una fragua, acompasándose libremente al ritmo de su respiración); una rica colección de tangos de diversa procedencia; las malagueñas de Chacón (con una expresa mención emocionada al maestro en su letra) cantadas con admirable solvencia y con la ductilidad que requiere tan delicada joya; unas alegrías, encabezadas por la cantiña de la rosa (que le ayudó a dibujar, muy hermosa, el portentoso caballero de la guitarra) y con otro saludo, esta vez a Pastora Pavón, la Niña de los Peines;
Grupo de gitanos en el Sacromonte granadino. Circa 1960.
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Como anunció desde el principio, puso todo su corazón para gustar, y cualquiera de los cantes de la noche valió todo un concierto, pero hubo que esperar a la propina (un marco de bulerías -¿fuera de la escaleta?- en el que cupieron, entre otros, Caracol, Mairena y la Bernarda) para que recibiera el merecido premio de una cerrada ovación con el público puesto en pie.
Así es la vida: unas veces nos pasamos de generosos y otras desdeñamos el mérito.
Sacromonte granadino. Circa 1930. |
En definitiva, una gran noche de dos maestros en plena forma. Un auténtico placer con regusto añejo, muy especial, para recordar.
"Nene de Santa Fe"
Paco Cortés, guitarra
Salón de columnas del Teatro Bretón
Logroño
10 de marzo de 2016
Otras crónicas de los Jueves Flamencos de 2016:
Argentina
Luis "El Zambo"
Guadiana
Rocío Márquez
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