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F.G. La carta del jinete. 06.2020. Foto de Jesús R. Rocandio. |
Los aparejos de los caballos han vuelto por una temporada
a las cuadras donde pasaron su vida útil, hace ya mucho tiempo. Curiosos
artilugios, aparentemente sencillos: a través de la flexibilidad del cuero el
pulso tenso del jinete transmite firmeza, control e instrucciones precisas al
animal, y establece la dirección del coyuntural centauro, y marca su velocidad.
Desde el punto de vista plástico, y más allá de sus usos recreativos más o
menos desviados, los arreos resultan tan atractivos como sugerentes, e inspiraron a los surrealistas, pero no solo. Richard Serra utilizó cinturones de
distintos materiales, desde la goma hasta las barras de neón, pasando,
naturalmente, por el cuero, para experimentar con sus diferentes pesos y
rigideces, para jugar con su distinta resistencia tras clavarlos en la pared, con
su volumen, sujetos entre sí, estáticos, dibujando algo que, según confesó, se
inspiraba en las pinturas de Jackson Pollock.
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F.G. La carta del jinete. 06.2020. Foto de Gabriel Santolaya. |
Esta pieza, que titulo La carta del jinete porque la considero segunda parte de La carta del herrero, que hice para mi exposición “ropavieja” en Lomos de Orios, (ambas
creadas a partir de objetos encontrados en los lugares donde se realizaron: allí
ferralla de la herrería del Pájaro y aquí aperos conservados en la Casa
Bernáldez), tiene esa referencia lejana pero viaja, simultáneamente, en otra
dirección: al estar colgada de las vigas del techo es una pieza móvil,
dinámica, que aprovecha a su favor la cambiante luz del lugar y a partir de
ella genera sombras, dibujos fugaces, inestables, efímeros. También, si el aire
lo propicia, genera leves sonidos del roce del cuero y más raramente el
golpeteo metálico causado por el entrechocar de los estribos.
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F.G. La carta del jinete. 06.2020. Foto de Gabriel Santolaya. |
En ambas “cartas” ha sido imprescindible el humilde fondo
de una tela de lino, una preciosa sábana de un antiguo ajuar doméstico. El dadaísmo
nos enseñó que la mejor manera de elevar un objeto cotidiano a la categoría de
obra de arte era colocarlo sobre una
peana o enmarcarlo, estupenda metáfora para ilustrar la voluntad del artista
como factor esencial en la determinación de lo que ha de ser considerado como obra de arte, más
allá del trabajo manual. Esa sábana aísla a la pieza del confuso fondo de las
paredes de la cuadra, la enmarca, realza su tridimensionalidad, y sirve de
lienzo donde se escribe La carta del jinete, un mensaje secreto de bella
caligrafía incógnita que se proyecta como las viejas historias sobre una
pantalla que cubre una pared.
Un juego de luces y sombras.
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F.G. La carta del jinete. 06.2020. Foto de F.G. |
Cueros vivos
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