viernes, 3 de julio de 2020

El espejo negro

F.G. El espejo negro. Ensamblaje de objetos encontrados. 06.2020. Foto de F.G.
 La negra rodaja del tronco de un tejo estaba de pie, ligeramente apoyada junto a la puerta de acceso a un espléndido jardín crecido a la vera del río Urbión, en el centro del "ensanche americano" de Viniegra de Abajo. Su imponente presencia, según confesión de parte, pretendía espantar a lo poco que ya queda -salvo en los interminables veranos- de la santa infancia del pueblo, evitando de paso que la puerta quedara bloqueada por los coches de los mayores. Parece ser que, al menos ocasionalmente, el pesado tocho sirve también como bloque sobre el que se cortan las maderas que se quemarán en el hogar, y de ahí, quizá, le vengan las desordenadas marcas y cicatrices que lo adornan.
F.G. El espejo negro. Ensamblaje de objetos encontrados. 06.2020. Foto de Gabriel Santolaya.
Enseguida vi en él un espejo profundo, de esos que en vez de reflejar la propia imagen te muestran inmisericordes tus abismos, y quizá esta tétrica perspectiva daba la razón y justificaba la confesada vocación de asustar que transmitió nuestro informante.
Estaba claro el lugar donde quería exponerlo en las cuadras de la Casa Bernáldez, y la altura, que debía ser la de un espejo en el que te reflejas como si te estuvieras autorretratando en un fotomatón, sin ningún ornamento pero encuadrado por un fondo que lo aislase de la deteriorada pared, dándole a la vez relevancia y potenciando su vertiente siniestra, su lado oscuro.
F.G. El espejo negro. Ensamblaje de objetos encontrados. 06.2020. Foto de Gabriel Santolaya.
La pretensión inicial de crearle un fondo de precintos plateados (como los que uso para crear los "campos de color") se demostró inviable por su desmesurado porte, y apareció la alternativa de una manta térmica de las que utilizan los servicios de emergencias para envolver a los rescatados en riesgo de perecer por hipotermia. La medida de la pieza era la justa.
F.G. El espejo negro. Ensamblaje de objetos encontrados. 06.2020. Foto de Gabriel Santolaya.
La plata se transformó en oro, y en el mismo proceso alquímico la pantalla de negro abisal (igual que las de los televisores, los ordenadores o los teléfonos móviles) se convirtió, gracias a una manita de requemado aceite de motor, en una superficie profunda y misteriosa, conmovedora. Aquello se había metamorfoseado, sin pretenderlo, en una capilla, y los guionistas de The black mirror habían sido sustituidos por los fondos de pan de oro de Mathias Goeritz para las arquitecturas de Luis Barragán, o los primeros cuadros del ex-ceramista Lucio Fontana, o, yendo más lejos, los constructores de retablos góticos o templos orientales. 
Casi como la suma de Anish Kapoor y Olafur Eliasson pero mucho más barato y sin necesidad de tanta tecnología. Solo la pericia de Roberto Pajares Pájaro, que hizo levitar el tocho y lo clavó sobre el pan de oro sin romperlo ni mancharlo. Un milagro más de quien sabe. 
F.G. El espejo negro. Ensamblaje de objetos encontrados. 06.2020. Foto de Jesús R. Rocandio

En el recinto había también un montón de sillares tallados procedentes de la vieja cantera, que, una vez agrupados en vertical a los pies del habitáculo pasarían por ser los donantes del retablo. Frente a ellos, una ventana hecha a partir de algunos hierros encontrados en Lomos de Orios y un luminoso "campo de color" acabaron por equilibrar el pequeño recinto, que, según me cuentan, está entre los preferidos de los devotos visitantes que honran las horas de luz. 

F.G. El espejo negro. Ensamblaje de objetos encontrados. 06.2020. Foto de F.G.

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