Una modesta proposición para ¿mejorar? el teatro musical
George Grosz. El eclipse de sol. 1926.
(...) "El teatro Neues era un alto edificio neobarroco con un elevado tejado en mansarda y un campanario. Lo gestionaba y dirigía Max Reinhardt y solía poner en escena operetas y musicales. A mí nunca me han gustado mucho los musicales. Es la música lo que no me hace mucha gracia, pero también los actores teatrales siempre alegres que brincan por el escenario; los aborrezco. Pero, sobre todo, es la idea de que cuando la trama, casi siempre floja, alcanza su mayor intensidad dramática, alguien se pone a cantar o bailar, o a cantar y bailar, sin que haya ningún motivo aparente. Hablando como persona poco amiga de que la entretengan, siempre prefiero el diálogo al canto porque se tarda la mitad en transmitir el mensaje y acorta un poquito la espera hasta encontrar el refugio del bar, o incluso la vuelta a casa. Nunca he visto un musical que no se pudiera mejorar haciendo un pozo más profundo para la orquesta, y un abismo sin fondo para el reparto." (...) Philip Kerr. Metrópolis. RBA.
Otto Dix. Tríptico de la gran ciudad. 1927-28
Queda claro a partir de tan rotundo testimonio que a Bernie Gunther, el joven policía creado por Philip Kerr y protagonista de su excelente serie de novelas negras sobre el periodo de entreguerras en Berlín, en plena ascensión del nazismo, no le gustaba el teatro musical. Y eso que lo que escuchaba en Metrópolis eran los ensayos de Lotte Lenya en La ópera de tres centavos, de Bertolt Brecht y Kurt Weil.
Lotte Lenya en La ópera de los tres centavos. Versión cinematográfica de G.W. Pabst, 1931.
A ellos tampoco les gustaba lo que veían y escuchaban, pero planteaban otras estrategias alternativas, igual de drásticas pero más musicales.
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