miércoles, 29 de julio de 2020

Una modesta proposición para ¿mejorar? el teatro musical

George Grosz. El eclipse de sol. 1926.
(...) "El teatro Neues era un alto edificio neobarroco con un elevado tejado en mansarda y un campanario. Lo gestionaba y dirigía Max Reinhardt y solía poner en escena operetas y musicales. A mí nunca me han gustado mucho los musicales. Es la música lo que no me hace mucha gracia, pero también los actores teatrales siempre alegres que brincan por el escenario; los aborrezco. Pero, sobre todo, es la idea de que cuando la trama, casi siempre floja, alcanza su mayor intensidad dramática, alguien se pone a cantar o bailar, o a cantar y bailar, sin que haya ningún motivo aparente. Hablando como persona poco amiga de que la entretengan, siempre prefiero el diálogo al canto porque se tarda la mitad en transmitir el mensaje y acorta un poquito la espera hasta encontrar el refugio del bar, o incluso la vuelta a casa. Nunca he visto un musical que no se pudiera mejorar haciendo un pozo más profundo para la orquesta, y un abismo sin fondo para el reparto." (...)

Philip Kerr. Metrópolis. RBA.
Otto Dix. Tríptico de la gran ciudad. 1927-28
Queda claro a partir de tan rotundo testimonio que a Bernie Gunther, el joven policía creado por Philip Kerr y protagonista de su excelente serie de novelas negras sobre el periodo de entreguerras en Berlín, en plena ascensión del nazismo, no le gustaba el teatro musical. Y eso que lo que escuchaba en Metrópolis eran los ensayos de Lotte Lenya en La ópera de tres centavos, de Bertolt Brecht y Kurt Weil. 



Lotte Lenya en La ópera de los tres centavos. Versión cinematográfica de G.W. Pabst, 1931.


A ellos tampoco les gustaba lo que veían y escuchaban, pero planteaban otras estrategias alternativas, igual de drásticas pero más musicales.
Kurt Weil, Lotte Lenya y Bertolt Brecht. 1930.

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