viernes, 13 de junio de 2014

Del amor a los pájaros


Giotto. San Francisco de Asís predicando a los pájaros. 1298.


Nos cuenta San Buenaventura en la Legenda Maior que estando el beato Francisco en Bevagna predicó a muchos pájaros que, exultantes, alargaban el cuello, batían las alas, abrían los picos y le tocaban la túnica, todo esto a la vista de los compañeros que le esperaban en el camino.
El sermón a los hermanos pájaros versó, al parecer, sobre los dones innúmeros que el Señor les había otorgado (entre ellos, y no de los  menores, las voces argentinas que puso en sus gargantas, con las que llenan los aires de dulces armonías), y cuánto se lo tenían que agradecer.
Andrea Büttner. De la serie La pobreza de los ricos. 2007.
En el momento en que terminó la pormenorizada loa, los pajarillos empezaron a abrir sus picos y revoloteando sin parar y haciendo mil otros graciosos meneos con las cabecitas y con todo el cuerpo, prorrumpieron en alegres trinos con los que demostraban entero asentimiento a las palabras del santo predicador. 
Hans Holbein, el Joven. Mujer con ardilla y estornino. 1526.
Al punto se lanzaron a los aires exhalando cantos maravillosos, y pronto se separaron y dispersaron en todas las direcciones. 

Martin Munkácsi. El amante de la alondra. 1930.

Y desde entonces hasta aquí y en todas partes, sin dejar de cantar alabanzas y de dar alegría a los oídos atentos.
Portada de la revista Listen. Primavera de 2012.
Una hermosa metáfora sobre lo imprescindible del amor a la naturaleza y el valor de las cosas pequeñas. 
Azarías (Paco Rabal) y la milana bonita, en Los santos inocentes, de Mario Camus. 1984.
Independientemente de la riqueza de su canto y de lo variado de su plumaje, la relación con los pájaros siempre es saludable.
Francesc Catalá-Roca. Las Ramblas. 1953.
Otra cosa es que las palomas urbanas hayan de considerarse pájaros o una mutación alada de las ratas, opinión que se va extendiendo entre los que padecemos su peste y guarrería.

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