Nos cuenta San Buenaventura en la Legenda Maior que estando el beato Francisco en Bevagna predicó a muchos pájaros que, exultantes, alargaban el cuello, batían las alas, abrían los picos y le tocaban la túnica, todo esto a la vista de los compañeros que le esperaban en el camino.
El sermón a los hermanos pájaros versó, al parecer, sobre los dones innúmeros que el Señor les había otorgado (entre ellos, y no de los menores, las voces argentinas que puso en sus gargantas, con las que llenan los aires de dulces armonías), y cuánto se lo tenían que agradecer.
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Andrea Büttner. De la serie La pobreza de los ricos. 2007. |
En el momento en que terminó la pormenorizada loa, los pajarillos empezaron a abrir sus picos y revoloteando sin parar y haciendo mil otros graciosos meneos con las cabecitas y con todo el cuerpo, prorrumpieron en alegres trinos con los que demostraban entero asentimiento a las palabras del santo predicador.
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Hans Holbein, el Joven. Mujer con ardilla y estornino. 1526. |
Al punto se lanzaron a los aires exhalando cantos maravillosos, y pronto se separaron y dispersaron en todas las direcciones.
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Martin Munkácsi. El amante de la alondra. 1930. |
Y desde entonces hasta aquí y en todas partes, sin dejar de cantar alabanzas y de dar alegría a los oídos atentos.
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Portada de la revista Listen. Primavera de 2012. |
Una hermosa metáfora sobre lo imprescindible del amor a la naturaleza y el valor de las cosas pequeñas.
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Azarías (Paco Rabal) y la milana bonita, en Los santos inocentes, de Mario Camus. 1984. |
Independientemente de la riqueza de su canto y de lo variado de su plumaje, la relación con los pájaros siempre es saludable.
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Francesc Catalá-Roca. Las Ramblas. 1953. |
Otra cosa es que las palomas urbanas hayan de considerarse pájaros o una mutación alada de las ratas, opinión que se va extendiendo entre los que padecemos su peste y guarrería.
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