lunes, 16 de junio de 2014

Teo llama a la puerta de la historia de la fotografía

Teo Martínez. Tómbola. Logroño, 1960. Cortesía de la Casa de la Imagen.
Dentro del festival PhotoEspaña2014, la Casa de la Imagen ha preparado una exposición sobre el trabajo fotográfico de Teo Martínez entre 1960 y 1976.
Bajo el sugerente título de Nostalgia y vanidad (los dos polos de interés sobre los que gravita el valor de cualquier fotografía, según la opinión de Teo), Jesús R. Rocandio ha acometido su segundo encuentro con la obra de Teo con una intención distinta: si en la primera ocasión (Foto Teo, reportajes. 1958-1982, presentada en el Ayuntamiento de Logroño en 2008) proponía una visión integral de su trabajo pero con especial atención a su contenido documental sobre los protagonistas de la Transición en nuestra ciudad, ahora esa faceta de reportero de actualidad política pasa a un discreto segundo plano para poner el foco directamente en los rasgos que lo hacen compatible (y comparable) con mucho de lo mejor de lo que se estaba haciendo en la fotografía española de esas décadas, y, en ese sentido, reivindicando por mérito propio un puesto en esa historia.
Teo Martínez. Procesión de los Picaos. San Vicente de la Sonsierra, 1964. Cortesía de la Casa de la Imagen.

Los temas en esta ocasión quedan limitados a la etnografía, los sucesos, el deporte, los espectáculos al aire libre y a un interés muy especial por la infancia, una edad de inocencia y curiosidad que siempre le ha interesado. De todos ellos se han seleccionado ejemplos magníficos, editados en condiciones óptimas de restauración y tiraje que ponen de relieve su valor artístico que trasciende el interés local.
Teo empezó su brillante trayectoria como cualquier otro aficionado autodidacta: mirando alrededor. Aprende a hacer fotos observando la vida que pasa y tratando de poner en sus obras lo que le gusta ver en las de otros: información e intención, curiosidad y sentimiento. 
Teo Martínez. Carrera motociclista. Logroño, 1963. Cortesía de la Casa de la Imagen.
La materia prima intuitiva se va puliendo con el oficio, y la circunstancia feliz de trabajar de manera continuada para medios de comunicación le lleva a especializarse en reportajes (desarrollados en series y secuencias) regidos por la urgencia informativa, con la precisión y la concisión como valores añadidos. 
Teo Martínez. Entrega de televisores a los teleclubs. Logroño, 1967. Cortesía de la Casa de la Imagen.

Cuando fotografía al régimen franquista, a sus cachorros y a sus flecos, se interesa por la parte de atrás del tinglado de tan pobre farsa, por el patético vacío de los espacios ceremoniales y por el moho que cubre la gastada purpura.
Teo Martínez. Ascenso a Segunda División. Logroño, 1970. Cortesía de la Casa de la Imagen.

Simultáneamente, su “mundología” le enseña cuánto le gusta a la gente verse fotografiada, y lo que empieza como estrategia comercial acaba formando parte de su estilo: retratos colectivos de espectadores -especialmente de aficionados al fútbol-, algo así como una orla de los que habían asistido a una gesta que a veces terminaba en victoria. 
Teo Martínez. Procesión. Clavijo, 1962. Cortesía de la Casa de la Imagen.

Teo siempre ha afirmado que desconocía el trabajo de otros fotógrafos y estaba al margen de grupos y publicaciones. No obstante, vistos con la distancia del tiempo, sus trabajos parecen coincidir en intereses y formas de afrontarlos con muchos de sus contemporáneos en otras latitudes, aunque su obra tiene un marcado carácter personal. 
Respecto al “tono”, se aprecia en todo su trabajo la mirada de un humorista, de un desengañado que está de vuelta de tanta mentira cotidiana.
Teo Martínez. Carrera de caracoles. Murillo de Rio Leza, 1970. Cortesía de la Casa de la Imagen.
Y en cuanto a lo “estético", sorprende la contradicción entre las necesidades de su trabajo profesional como reportero -dominado necesariamente por la urgencia y el automatismo- y el sofisticado resultado final, lleno de composiciones muy equilibradas, como previstas, muy meditadas. Dos ejemplos de esto último: a menudo un personaje de espalda llena, como una especie de puente, el espacio vacío entre el espectador y la escena fotografiada; o alguien del grupo compacto fotografiado que gira la cabeza buscando los ojos del fotógrafo (ahora, ya, los nuestros) interrogándole por el motivo de su curiosidad de testigo. Recursos antiquísimos del arte de la representación, que trascienden a la fotografía.
Teo Martínez. Gorgorito, de maese Villarejo. Logroño, 1967. Cortesía de la Casa de la Imagen.
En cualquier caso, conociera o no a los fotógrafos históricos o a los maestros de la pintura, estamos ante un artista consciente en todo momento de la relevancia de su trabajo, con vocación de estilo propio e interés por la pervivencia de su obra: datos fundamentales para demostrar que Teo Martínez es un creador singular, un fotógrafo que merece todo el interés que se le ha dedicado estos últimos años y el reconocimiento académico que acabará por llegar. Esta exposición de la Casa de la Imagen ayudará notablemente en ese difícil camino.
Teo Martínez. Niños. Clavijo, 1962. Cortesía de la Casa de la Imagen.



(Publicado en Rioja2. 18.06.14)


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