Seguramente sabemos más de Baltimore a través de lo que nos contó David Simon en The Wire que de nuestra ciudad a través de lo que nos cuentan de ella a diario los medios de comunicación locales.
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Cartel de The Wire. Los agentes Kima Greggs y Jimmy McNulty. |
Cada lugar tiene su propio racismo, sus mafias (ilegales y legales), su tráfico de drogas, su policía, sus bolsas de población marginal, sus políticos, su sistema educativo y su conglomerado periodístico, pero de ellos solo se habla si dan motivo para entrar en la crónica de sucesos en la que todo se ha convertido. Poco sabemos de las personas que mueven (y rentabilizan) el tinglado de la farsa, y cuáles son los intereses que defienden más allá de la propaganda.
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The Wire. Michael K. Williams como Omar Little. |
La canción popular ha huido siempre de esos pantanos, salvo honrosas excepciones. Por eso resulta tan sorprendente como digno de mención el intento de Perro Lobo por contar lo que pasa en su calle (que es el centro de nuestra pequeña ciudad), curiosamente poco distinto, salvo en la dimensión, de lo que ocurre en cualquier metrópolis de cualquier latitud. El gran teatro del mundo. La comedia humana.
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Neyla y el disco de Perro lobo. |
En su primer disco han incluido la canción Logroño no es Baltimore, cuya letra nos cuenta una novela negrísima con nuestros vecinos de protagonistas, unos al sol y otros en la sombra.
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Cartel de la gira riojana de Perro Lobo. 2013. |
Nada de lo que sentirse orgullosos como colectividad, pero material de primera para un género tan realista que sólo interesa a los medios y a los bienpensantes cuando se desarrolla en lugares lejanos, con la confortable distancia que permiten la noticia de agencia, la pantalla (grande o pequeña) o un libro.
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