viernes, 19 de noviembre de 2021

El retablo mayor

Hay obras que se van formando por acumulación. En realidad, todas, aunque, en algunas, parte del proceso sea sustractivo y simplificador. En este caso el retablo se desarrolló a lo largo de nueve meses, desde que supe que iba a hacer la exposición en La Lonja, con sus amplias y altas paredes, hasta el momento del "izado" en su espacio principal, pocos días antes de la apertura al público.

El proceso de trabajo fue el que sigo habitualmente con los collages y ensamblajes, aunque complicado por el notable cambio de escala que suponía multiplicar la superficie de trabajo por algo más de cien. Los bocetos del cuaderno fueron cambiando poco a poco conforme iban llegando nuevos materiales, fruto de hallazgos y regalos, y las tentativas y pruebas, con sus avances y retrocesos, se fueron acelerando cuando, aprovechando mi "residencia" en la galería a lo largo del verano, pude plantearlos directamente sobre el suelo en su dimensión real, equilibrando y reajustándolos hasta su definitivo traslado, ya verticales, a la pared.

Las reaprovechadas lonas que utilizo como soporte reflejan, en un caso, a un hombre que mira atento y simultáneamente se esconde tras el preciso instrumento de visión y memoria del que se sirve, y la otra es una pauta reiterada de señales carcelarias para calcular, en la medida de lo posible, el inexorable paso del tiempo, que se hace eterno y a la vez vuela, algo así como un precario calendario de sombras pletórico de urgencias y carencias. 

Sobre ambas, una ingente cantidad de objetos de muy distintas características, acumulados por sus valores plásticos y significativos que, poco a poco, fueron formando una especie de desengañada vanitas.

Una especie de sueño contradictorio del habitante de un cubículo que se recrea en su confusa indolencia sobre un camastro desvencijado por la agitada tensión, por las vanas esperanzas, afanes, amores y espejismos, por todo lo que siente como perdido para siempre mientras percibe que lo que le queda por vivir se le escapa entre los dedos y se marchita en un abrir y cerrar de ojos. 
No es, naturalmente, una biografía, pero podría serlo. La de cualquiera. La de todos.
Así que, sin pretenderlo, la obra acabó contando historias, y, curiosamente, a cada uno le contó la historia que necesitaba escuchar, quizá su propia historia.
Pasado el tiempo de efímero esplendor sobre el blanco muro iluminado de la galería, llegará la oscuridad, y con ella la disolución, que será más rápida y probablemente todavía más incontrolada que el agrupamiento. 
Las partes seguirán circulando por ahí mal que bien, y quizás de mi mano o a través de cualquier otra volverán por otro breve periodo de tiempo a ocupar un espacio de atención bajo la luz.
F.G. El retablo mayor. Ensamblaje. 2021. Fotos de Gabriel Santolaya y F.G.

2 comentarios:

  1. El collage dentro del collage.
    La vida dentro de la vanitas.
    Este estupendo comentario, con sus bellísimas fotos, garantiza que la obra no desaparecerá.
    Gracias, artista.

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  2. Finalmente, lo que nos mira no es otra cosa que el reflejo fragmentario de nosotros mismos. Gracias por juntar las piezas del puzzle.

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