Mariano Fortuny. Cuatro pinturas sobre la vejez. 1863-71. |
pensar que te vas a morir más que que te estás muriendo; descubrirte irremisiblemente caduco, y a corto plazo; perder el interés y espantarte por haberlo perdido; desesperar; tratar de respirar frente a una masa elástica que lo ocupa todo y que casi logra impedirlo; no querer ver, dejar de mirar, ser incapaz de leer, desinteresarse por todo; apreciar otro nivel de percepción acústica, sorprenderte por ello y valorar la escucha de una manera especialmente sutil, capaz de apreciar matices hasta entonces desapercibidos, en lo delicado y en lo crudo, en cualquier ruido y en la música más elaborada; no necesitar, desprenderse, dar por perdido; renunciar al alimento, del que solo se aprecian las temperaturas extremas, las texturas y la acidez, una vez abolido el gusto;
sentirse sobrar, querer partir, acabar de una vez, marchar; sufrir la garganta como rígida, ardiente, llena, punzante, exigida para realizar sus funciones pero incapaz de hacerlas sin dolor; percibir las cañerías, los entresijos, la casquería, los descartes, y apreciar que todo suena y que suena mal; necesitar a la vez -y tanto- el viento frío y la ducha caliente, la manta eléctrica y la helada terraza; apreciar como humillantes los mocos, la sangre, las flemas, cualquier fluido; reparar obsesivamente en el ronco jadeo de la respiración, en su rítmico rugido de ida y vuelta, y obsesionarse con la insuficiencia; experimentar un miedo equivalente frente a lo desconocido y a lo previsible, ante lo seguro vivido como incierto; sufrir una y otra vez el deprimente panorama de la hilera de píldoras y pastillas, inmensas, intragables, y aborrecerlas casi tanto como los jarabes;...
Si un asunto menor y relativamente controlado me deja así, si no aguanto estar "pachucho", ¿qué vejez me espera?
Decía Ciorán que “Envejeciendo aprendemos a convertir nuestros terrores en sarcasmos”.
ResponderEliminarDaremos tiempo al tiempo.
EliminarEstá usté hecho un asquito, maifrén.
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