viernes, 2 de octubre de 2015

Una pieza de la colección de silencios del Doctor Murke

Portada de Daniel Gil.
Aprovechemos como feliz coyuntura esta corta temporada entre una campaña electoral y la siguiente, y disfrutemos del silencio, o, al menos, del estruendo atenuado, porque cada vez hay menos diferencia entre las constantes contiendas y los periodos que ligan a unas con otras: la misma matraca de todos los dias, el mismo ruido furioso, las mismas mentiras amplificadas, las mismas manipulaciones desinformadoras, las mismas simplificaciones primarias para afrontar asuntos complejos,...
Ahí va, para invitar al sosiego, este delicioso fragmento de La colección de silencios del Dr. Murke, escrito hace tiempo por Heinrich Böll


Portada de Daniel Gil.
"(...) Murke estaba en su casa, fumando tendido en el sofá. A su lado, sobre una silla, había una taza de té y Murke tenía la mirada fija en el blanco techo de la habitación. En su escritorio estaba sentada una hermosa muchacha rubia, que a través de la ventana miraba fijamente hacia la calle. Entre Murke y la muchacha, sobre una mesita, había un magnetofón grabando. No se hablaba ni una palabra, no se oía ni un solo sonido. Se hubiera podido tomar a la muchacha por una modelo fotográfica, tan bella y silenciosa estaba.

No aguanto más —dijo la muchacha de repente—, no aguanto más, lo que exiges es inhumano. Hay hombres que exigen inmoralidades a las chicas, pero lo que tú me exiges es todavía más inmoral que lo que otros hombres exigen a las muchachas.

Murke suspiró.
Por Dios —dijo—, querida Rina, tendré que cortar todo esto, sé razonable, sé buena chica y guarda silencio para mí por lo menos cinco minutos más de cinta.

Guardar silencio —dijo la muchacha, y lo dijo de una manera que hace treinta años hubiera sido calificada de «desabrida»—. Guardar silencio; vaya una invención tuya. No me disgustaría llenar una cinta, pero de silencio...
Murke se levantó y desconectó el aparato.
Rina, Rina —dijo—, si supieras qué valioso es para mí tu silencio. Por la noche, cuando estoy cansado, cuando tengo que estar sentado aquí, hago correr tu silencio. Por favor, sé buena chica y guarda silencio por lo menos tres minutos más y no hagas que tenga que andar cortando; sabes perfectamente lo que significa para mí tener que cortar.

Como quieras —dijo la muchacha—, pero, por lo menos, dame un cigarrillo.

Murke sonrió, le dio un cigarrillo y dijo:
De esta forma tengo tu silencio en el original y en cinta, qué estupendo.
Conectó la cinta y ambos se sentaron silenciosos frente a frente hasta que sonó el teléfono. Murke se levantó, desvalido se encogió de hombros y descolgó. (...)."
 
Portada de Daniel Gil.

Goza del silencio cuanto puedas, paciente lector, y atesora esos raros momentos como un frágil privilegio en vías de extinción. 

2 comentarios:

  1. Qué razón tienes, Pachi, aunque este mensaje abunde en el ruido. Las maravillosas portadas de Gil me han llevado a aquella memorable que realizó para "La Calera" de Thomas Bernhard, también en Alianza, donde Konrad, el protagonista, se enfrentaba a la capacidad, cuasi mística, de escuchar en el silencio toda clase de sonidos, entre ellas las voces; otro mundo sonoro ese, uno más profundo y que sólo algunos estados de la conciencia parecen "escuchar", y cuyo medio para difundirse con generosidad e irreversible neurosis es el silencio en cualquiera de sus escalas.
    Sssssssssssshhhhhh!!!!!!!
    H.

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