Giuseppe Arcimboldo. Unas cuantas pinturas sobre el invierno. Segunda mitad del S. XVI. |
Los frutos de invierno y los guisos y conservas de ellos derivados son como la magdalena de Proust, pero en variado, rico y sabroso (y sin grasas saturadas): un billete para viajar en el tiempo, hasta quedarnos en las estaciones donde hemos sido felices, con las personas a las que amamos y que vivirán mientras las recordemos.
Antonio Vivaldi. Las cuatro estaciones. Invierno.
Largo. Virtuosi di Roma. 1960. EMI.
Nutricionistas y etólogos nos han enseñado que "somos lo que comemos", y el invierno ha dado suficiente variedad y reservas a la especie para mantenerse dignamente erguida sobre la tierra. De la misma manera, como individuos somos lo que vemos y oímos (apaga ya los cantos de merluzo de la propaganda, hazte ese favor), y como personas, cada vez más, somos lo que aguantamos y lo que no aguantamos. En consecuencia, no aguantemos tanto, que la vida es breve.
El tiempo vuela, queridos.
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