Decía Edgar Degas que “el
dibujo no trata de lo que ves, sino de lo que puedes hacer que otros
vean”. Esa, en realidad, es una de las funciones constantes del
arte, independientemente de cual sea la intención particular de cada
artista. Probablemente, a esa condición esencial (que habría que
entender como una esquiva cualidad obtenida a través del esfuerzo
personal) se llega mediante un largo proceso de madurez creativa.
Rosa Castellot. Anochecer en Briñas. Invierno. 2013. |
Rosa Castellot. El Ebro en Aradón. Invierno. 2013. |
Se aprecia en algunas
obras el sofisticado enriquecimiento de su forma de dibujar por la
paciente acumulación de leves capas de grafito hasta obtener la
densa profundidad buscada y, como logro admirable, una vibración
infrecuente de la superficie dibujada (más propia de la pintura),
potenciada por la acertada elección del papel de soporte.
Otro recurso magistral es
su uso de la humilde goma de borrar convertida en algunos cuadros en
el procedimiento “que más pinta”, logrando fragmentos de
superficie “más blancos que lo blanco”, especialmente brillantes
en los dibujos de nevadas. Se trata, por entendernos, de un “método
escultórico”, en el sentido de que desbasta la superficie
previamente construida por acumulación de dibujo, restándole
materia para llegar a su máximo potencial expresivo.
En estos años que resume
la exposición también ha aparecido en la obra de Rosa Castellot el
color, todavía como tímido ensayo pero ya plenamente logrado: el
impreciso verde amarillento de los brotes primaverales; el cálido
naranja invernal sobre el que se recortan las desnudas siluetas de
los tamarites dando una profundidad inusitada al conjunto; el leve
azul del cielo que envuelve y suaviza la contrastada maraña del
árbol desnudo.
Estas obras de madurez
transmiten, más allá del evidente e inmediato placer visual, una
notable riqueza en diversidad sensual: la húmeda atmósfera de los
ríos, el complejo aroma de los sotos inundados, el sonido del agua
corriente, el rumor de la vida silvestre, el silencio helador que
acompaña a una nevada,... Todo suma a la hora de explicar el
misterio de la vida y de tratar de hacer (como quería Degas) que los
espectadores lo veamos.
Acudir a una exposición
de Rosa Castellot resulta siempre un placer, y, como pasa con casi
todos los placeres, no hay frecuencia de disfrute que nos parezca
suficiente. Por lo tanto, su legión de admiradores estamos a la
expectativa de qué hará próximamente. Como viejo amigo, me atrevo
a proponerle dos retos que seguro estimularán su voluntad creativa,
muy dada a recoger guantes y a afrontar desafíos: ¿para cuándo
exhibir sus fotografías, tan íntimamente relacionadas con el
proceso creativo de sus dibujos?; ¿para cuándo, como culminación
de esa cada vez mayor presencia de la naturaleza en su obra, una
exposición con dibujos realizados fuera del estudio, sometidos a las
inclemencias del aire libre y a la apremiante urgencia de la
variación de la luz y las condiciones atmosféricas cambiantes?
Rosa Castellot. Reflejos en el Ebro. Briñas. Otoño. 2013. |
Rosa Castellot. Recortar el territorio.
Museo de La Rioja.
Hasta el 30 de marzo de 2014.
(Publicado en Rioja2. 20.03.14).
Estoy muy orgulloso de mi tía. Es una gran pintora.
ResponderEliminarQuerida Rosa, felicidades!! Mi voto para esos dos retos. Un besote. Adela V.
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