miércoles, 12 de agosto de 2020

El corazón del hogar


F.G. El corazón del hogar. 06.2020. Fotografía de Gabriel Santolaya.
El pequeño recinto, semienterrado, renegrido, sin luz y apenas ventilado, fue en tiempos la zahúrda de la casa, una porqueriza seguramente esencial para la autosuficiencia proteínica de los residentes. 
F.G. El corazón del hogar. 06.2020. Fotografía de Gabriel Santolaya.
La "caja negra" conservaba un magnetismo especial. Ahora ya no era más que un cubo de silencio y misterio, pero se apreciaba que en el largo periodo de tiempo en que se usó para lo que fue concebida estaba absolutamente pegada a la realidad de la tierra y resolvía de manera eficaz una parte primordial de las necesidades materiales de cada día para los habitantes del lugar. 
F.G. El corazón del hogar. 06.2020. Fotografía de Teresa Rodríguez.
Mi intención fue potenciar el impreciso temor que generaban sus amenazadoras características, esa atractiva sensación que suele acompañar a lo siniestro, a lo oculto, a lo morboso, con una intervención en la que quise aportar la luz y el calor del fuego de un hogar, el tenso latido de un corazón en mitad de la tiniebla, la magnética atracción de lo salvaje, el ritmo profundo, hondo, constante, de lo ancestral.
F.G. El corazón del hogar. 06.2020. Fotografía de Gabriel Santolaya.
La fascinante madeja de cornamentas (cedidas amablemente por cazadores de Viniegra y tejidas por Pájaro con su destreza y paciencia habituales) creó una presencia tan extraña como reconocible, estática aunque dotada de inestabilidad y movimiento, segura y a la vez incierta, tan potente como frágil.
F.G. El corazón del hogar. 06.2020. Fotografía de Jesús R. Rocandio.
Porque su aparente solidez no es tal, y, si te fijas bien, verás tu rostro reflejado en los espejos que dan profundidad y multiplican el recinto, te verás formando parte de esa maraña transparente que cuenta una eterna historia de luz, cobijo y tiempo.

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