lunes, 20 de enero de 2014

Tertulia


La tertulia de Pombo. José Gutierrez Solana. 1920.
  
 "Este café tiene algo de talanquera
             y de vagón de tercera.
    No hay mucho tabaco y se hace mucho humo
yo -el noveno poeta español- presumo
delante de Alcaide de Zafra que enluta sus canas
(once piastras de tinta todas las semanas).
Ventilador. Portugueses
    Acento de Sevilla, ¡dorada ciudad!
y de mi Bilbao fogonero,
   ¡Camarero!
Café con leche, mitad y mitad

Grita Llovet. Calla Bacarisse
         Solana consagra.
Si habla Peñalver parece que se abre una visagra.       (sic)

    León Felipe, ¡duelo!
    No tiene
    ni
    patria
    ni
    silla
    ni abuelo;
    ¡Duelo! ¡Duelo! ¡Duelo!
    yo le doy un consuelo,
    un
    pañuelo
    y 
    otro
    pañuelo.

      Llega
    Monsieur Lasso de la Vega.
    Il vient de diner à l´Hôtel Ritz.
    Il sait bien son rôle.
    Et il porte sa fleur.
      ¡Parole
      d´honneur!

En los rincones algunas parejas
de seguridad y de señoras amarillas
Miran a Torre y se estremecen
                    los guardias y las viejas
él las cita a banderillas
           con las orejas.

Discusión sin fin
sobre si es ultraísta Valle-Inclán
         que si patatín
         que si patatán.
En el mostrador suena un timbre trin...
         trin... trin... triiinn...
unos pocos pagan y todos se van.
...Silencio, sombra, cucarachas bajo el diván".

Tertulia. Francisco Vighi, publicado inicialmente en la revista Grecia. 1920. (Recogido por Juan Manuel Bonet en Las cosas se han roto. Antología de la poesía ultraísta. Sevilla, 2012, que anota que "obviamente, la tertulia aludida es la sabatina y ramoniana del Café y Botillería de Pombo, en la madrileña calle de Carretas, junto a la Puerta del Sol" y su autor "una figura fascinante, entre el modernismo, el 98 y el ultraísmo, vividos siempre en esa clave de humor que es su nota más característica")

Tertulia de Ramón Gómez de la Serna en el café de Pombo,
delante del cuadro de Solana. Madrid. c.1930.
Sobre esa tertulia dijo Andrés Trapiello que "aquellos hombres habían tenido la infinita suerte de vivir la única época de la Historia en la que perder el tiempo podía considerarse una obra de arte. De hecho quien asistía a las veladas pombianas ya estaba haciendo, si no arte, sí historia, con minúscula, si se quiere, pero historia".

Qué buen panorama y qué gran labor, pasar las tardes chafardeando sin ton ni son -entre ruidos de vajilla y voces de camareros-  acerca de lo divino y de lo humano, sin prisa, beatíficamente elevados por la brillante esgrima dialéctica de los talentosos comparecientes. 


     

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