F.G. Manantial, (ensamblaje de objetos encontrados. 07.2019) en el acceso de Castroviejo Librero. 08.2024. |
Cartel diseñado por Gabriel Santolaya. |
Era un ensamblaje de dos objetos encontrados (una pieza desechada en la reforma de un cuarto de baño madrileño y una tupida malla de las usadas para facilitar el oreo de alacenas y despensas e impedir el paso a los insectos).
Manantial en Lomos de Orios, con la delicada caligrafía de Pájaro. |
Tan diferentes, tan hermosos, tan llenos de luz, tan hogareños y tan pasados de moda, enseguida cuajaron una buena relación sobre la mesa del taller, que se estabilizó una vez plegada la red a la medida de la boca de la jabonera; la estabilidad quedaba asegurada por la angulada trasera encastrable de la cerámica, que además permitiría colocarla sobre una superficie horizontal o sobre un abismo, adquiriendo en un caso la condición de agua mansa y en el otro la de cascada torrencial. Son las cosas que pasan con el agua, bien sabidas por quienes hemos padecido inundaciones y goteras.
Manantial en la galería La Lonja. 10.2021.
Dos años después formó parte de mi exposición lo que me mira, en la galería logroñesa La Lonja, y ahora reaparece como nueva para ocupar la refrescante vitrina veraniega de Castroviejo Librero, como entrega número cuarenta y ocho de mi exposición a la altura de los ojos y a pie de calle.
Como bien has supuesto, querido e improbable lector, el nombre de este ensamblaje es un guiño a la celebérrima fuente de Marcel Duchamp, con la que comparte su aseado origen balneario, aunque se observan entre ambas notables diferencias: la del maestro no renuncia a señalar a través de su firma a un autor (aunque sea apócrifo) y necesita de una peana que realce ante el espectador-usuario su imponente presencia, y en ese sentido podríamos decir que tiene bastante de monumento conmemorativo; por el contrario, Manantial brota anónima y libérrima, fresca, explosiva, frágil, vibrante, transparente, tan operativa a ras de suelo como en un alero. Siempre flexible y cambiante, en cada lugar es distinta y a cualquiera le transmite enseguida la sensación de espacio abierto y ventilado.
Mientras la instalábamos en la vitrina se manifestó una posibilidad hasta ahora no contemplada, ligada al grito desesperado emitido por una crispada boca (los bocetos de Julio González para la Montserrat, o las versiones del grito de Munch, por ejemplo) o a través de una bocina amplificadora (tan frecuente en todo el arte de agitación, en el constructivismo soviético o en las dibujos de William Kentridge). Son las cosas del agua libre, que, como el arte, te lleva por donde quiere.
Como ciervo que a la fuente de agua fresca va veloz…
ResponderEliminarSe echaba en falta un manantial en la plaza del Mercado.
ResponderEliminar¿Hay algo más hermoso que un manantial?
ResponderEliminarPrecioso nacedero.
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