miércoles, 6 de julio de 2022

Elogio de Rosa Castellot (III)

Rosa Castellot. Prunus. 2007.

(...) "Para las mujeres artistas, tan importante o más que la genérica reivindicación feminista de tener “una habitación propia”, ha sido siempre el control del tiempo necesario para poder acometer un trabajo creativo ambicioso y continuado, libre de las obligaciones familiares, de la intendencia doméstica, de la crianza, de la absorbente atención al desarrollo de la vida de los otros, a la facilitación de las carreras ajenas, al necesario trabajo remunerado para mantener la viabilidad del nido. Ese tiempo imprescindible que se escapa entre las manos irremediablemente mientras se va cobrando dolorosa conciencia de que somos poco más que el cada vez más escaso tiempo que nos queda, de que la obra personal no crece como debiera y de que día que pasa no vuelve.

Rosa Castellot. La vaguada nevada. 2004. 
Aquella exposición de 2004 acumulaba el trabajo de varios años y quizá por eso tenía un marcado carácter misceláneo, y, aunque recogía una amplia serie de paisajes, todavía predominaban los motivos de la vida doméstica y los retratos de su entorno afectivo inmediato. Por encima de la diversidad técnica y formal se manifestaba la ambición de Rosa por demostrar ante un público mucho más amplio que el habitual su realidad de artista plena, con un mundo creativo propio y técnicamente virtuoso. Demostraba allí las renovadas ganas de seguir su camino de siempre y su vocación de toda la vida, pero ahora con mayor ambición y a la vista de todos.
Es a partir de ese momento cuando Rosa Castellot afronta la construcción paulatina de una poética propia cada vez más precisa y depurada, que valora y atiende las aportaciones de la academia pero relegándolas a favor de sus intenciones y necesidades expresivas personales, de su afán por aprender directamente de la naturaleza siendo su propia maestra, siguiendo su silencioso camino, tentativo y apartado, en pos de la construcción de su personal mundo estético.
Rosa Castellot. Cielo nublado. 2011.
Desde entonces su vida está cada vez más volcada en la actividad artística, en atender su pulsión creadora, en el exigente afán por hacer y transmitir. Como los grandes, se retrata en lo que dibuja y dibuja lo que le conmueve, lo que le interesa, tratando de desvelar su misterio, y, fiel a su acendrada vocación pedagógica, poniendo al alcance de los demás el fruto de los delicados logros conseguidos por su esencial mirada, tratando de enseñar a ver más allá de lo evidente.
Rosa Castellot. Galacho de El Burgo de Ebro. 2015.
Desde entonces, el paisaje lo va ocupando todo paulatinamente, y su estrategia creadora se hace cada vez más sutil. Las obras, además de atender a sus valores particulares como piezas únicas, nacen dentro de un proyecto y con el objetivo expreso de exponerse juntas, pensadas desde el principio para un lugar determinado y bajo una idea unitaria enunciada en el título que las agrupa y define, con una intención común independientemente de que su soporte, formatos y técnicas sean diversos. Utilizando un símil musical que seguramente será de su agrado, podemos afirmar que para cada exposición Rosa Castellot compone un amplio ciclo de dibujos armonizados entre sí, a menudo recurrentes en tonalidades y técnicas, con la unidad interna que les aporta su intención y significado. Algo así como una delicada suite de concertados contrastes, una colección de arriesgadas variaciones complementarias, un rico álbum de expresivas canciones de sensaciones cambiantes. En definitiva, un delicado concierto de músicas calladas." (...)

Continuamos mañana.
Pulsando en ellas puedes ver la primera parte y la segunda.
Rosa Castellot. El Ebro. Aradón, invierno. 2013.

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