viernes, 15 de noviembre de 2019

La banda sonora de "ropavieja"

F.G. Almanaque de estaciones. Ensamblaje de objetos encontrados. 10.2019.
Durante los preparativos de mi exposición "ropavieja" en la ermita de Lomos de Orios, que coincidieron con el verano y el comienzo del otoño de 2019, disfruté de los cambiantes sonidos de la naturaleza que entraban por los balcones de la sala, continuamente abiertos de par en par al aire y al sol. 
F.G. La fuente de los chilenos, en Lomos de Orios. 11.2019.
La riqueza era asombrosa, una gama inacabable urdida sobre un entramado de silencio antiguo, delicado, lleno de reminiscencias. La sensación la define perfectamente Thoreau cuando experimenta en sus paseos que el sonido es casi igual que el silencio: una burbuja que estalla en la superficie del silencio, que satisface a nuestro oído por el contraste que genera. "En proporción con ese contraste y en la medida en que eleva e intensifica el silencio, esos ruidos son armonía y melodía."
F.G. La ladera del Salegar, desde la ermita de Lomos de Orios. Campo de color a partir de objetos encontrados. 10.2019.
Previendo que el tiempo de exhibición no siempre permitiría esa deseable apertura al cambiante ruido de la vida quise preparar una especie de "espacio sonoro" artificial, una banda de sonido natural montada a partir de fragmentos de grabaciones de ruidos de vida animal y de fenómenos atmosféricos captados por Pájaro y por mí en distintos momentos, recientes y antiguos, y que se reproducirían cuando los balcones estuvieran cerrados. 

F.G. La era frente a la ermita de Lomos de Orios. 11.2019.
La pieza, de unos quince minutos, atesora tan variado repertorio enmarcado por dos fragmentos de una canción, dos "samples" del Coyote de Joni Mitchell: el rasgueo inicial de la guitarra de la propia compositora, deslumbrante como el amanecer, alegre y brillante, optimista, y una línea de bajo de Jaco Pastorius, oscura, amenazante, anunciadora de la ineludible tormenta.



La banda sonora de la exposición. 10.2019.

Conté con la sabiduría técnica de Javier Cenzano, que limpió, pulió, ensambló y balanceó el variado bagaje, y abusé de la paciencia y el aguante de Pájaro, rayado por tanta repetición en bucle. 
También lamento el mosqueo de Kira, la bóxer de la casa, que escuchaba cencerros sin ver a sus portadoras. 
Pasa mucho. 
Si lo piensas, no es tan raro.
F.G. Kira despidiendo al huésped a los pies de Lomos de Orios. 10.2019.

2 comentarios:

  1. He tenido la oportunidad de visitar "ropavieja" en cuatro ocasiones (y hubiera habido una quinta, de no haber sido por el astro adverso). Y en cada una de esa visitas he sentido nuevas pequeñas conmociones, descubierto elegantes matices, encontrado traviesas sutilezas.

    Siempre he pensado que la auténtica obra de arte (no importa de qué disciplina hablemos) es aquella que no se agota en una primera y única experiencia. Al contrario, el repetido placer que se siente revisando películas, releyendo libros, contemplando obras plásticas, escénicas o musicales que ya nos han emocionado anteriormente constituye, a mi entender, el verdadero baremo e insuperable recompensa de la manifestación artística "per se" (y en esto, como en casi todo, cada quien es cada cual).

    Para mayor disfrute, la calidez con que "Pájaro" me ha recibido en cada visita, la empatía que siento con el entorno (casi insuperable) de la ermita de Lomos de Orios y la complicidad de las conversaciones surgidas en torno a un pan de buena harina y un vino de buen odre terminan por completar una experiencia sencillamente conmovedora.

    Gracias, Francisco. Gracias, Roberto. Y a más ver.

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