domingo, 17 de noviembre de 2019

La alfombra


Detalle de La alfombra. Lomos de Orios. 10.2019. Foto de Gabriel Santolaya.
Una hermosa metáfora muy pegada a la arena dice que “en el desierto, una alfombra es una casa”.
La alfombra. Lomos de Orios. 10.2019. Foto de Gabriel Santolaya.
En la sala de exposiciones de la ermita de Lomos de Orios quise preparar, aprovechando el límite definido por dos viejos bastidores que tenía Roberto Pajares Pájaro en su herrería, una alfombra de hayucos como las que revisten muchos hayedos en el otoño y que sirven de ruidoso y dorado tapiz de madera durante todo el invierno a paseantes, corzos y jabalís.
Detalle de La alfombra.10.2019. Foto de F.G.
Pero las pulidas rosetas de cuatro valvas no comparecieron este año, o, al menos, no a tiempo, o quizá yo no acerté a encontrarlas como otros años y opté sobre la marcha por recolectar dentro de casa la vegetación seca que se ha ido acumulando a base de tiempo como recuerdo de pérdidas, de viajes placenteros o como mero ornamento, ganando el estampado resultante en colorido y variedad formal todo lo que perdía en rotunda presencia monócroma. Vaya una cosa por la otra.
Detalle de La alfombra.10.2019. Foto de F.G.
Esta alfombra sobrevenida tiene, por tanto, mucho de lo que es una casa, igual que los parcos ajuares de los nómadas habitantes del desierto. Dejó de ser la estera que nos regala la naturaleza en los bosques para cargarse azarosa y precipitadamente de memoria, de afectos, de calor, de vida congelada. 

Instalación de La alfombra. Lomos de Orios. 10.2019. Foto de Gabriel Santolaya.
La alfombra dio luz y puso orden en el extraordinario lugar que me ha acogido durante mes y medio, hasta hoy, con mi exposición ropavieja, donde me he sentido a cobijo, amparado y querido por Clara, Araceli y Pájaro. Como en casa.
F.G. Los hayucos ausentes. 

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