Mayte Martin. Foto de René Robert. |
En su contacto con la crítica y con el público Mayte Martín
recurre con bastante frecuencia a metáforas relacionadas con la construcción,
lo que, si bien resulta chocante por tratar su arte de sutiles esencias aéreas,
está muy bien traído porque explica gráficamente cuál es su intención a la hora
de enfrentarse al complejo edificio del flamenco, creación colectiva sin
proyecto inicial, crecida por acumulación, que ha dado hermosos espacios llenos
de luz deslumbrante pero con indudables problemas de habitabilidad. Su
aportación personal a ese patrimonio descomunal aspira a ser la de limpiar,
fijar y dar esplendor, pero sin afán por monopolizar una verdad "académica", porque es cambiante, como las modas entre los especialistas en
rehabilitación de edificios.
Ella, en plena madurez artística y creativa, sabe
perfectamente lo que quiere y está dispuesta a luchar por conseguirlo. Y lo que quiere,
como viene demostrando, no tiene por qué ser sólo una cosa, ni siempre la
misma. Ahora, desde sus confesados y espléndidos cincuenta años, en condiciones
óptimas, habiéndolo aprendido todo y con una curiosidad enciclopédica, se
siente con fuerzas para “echar flores a la memoria” de los grandes del flamenco
y construir su aportación a partir de su
recuerdo, pero sintiéndose libre y con fuerza para desempolvar el repertorio y prescindir
de amaneramientos y vicios adquiridos por la exposición a la intemperie y el
paso del tiempo.
Mayte Martín y Salvador Gutiérrez. |
En su labor edilicia cantó en Logroño la granaína de Chacón
y una petenera a la manera de La Niña de los Peines, llena de musicalidad, buen
gusto y delicadeza; una riquísima serie de fandangos de Huelva, preciosos, muy
variados, cargados de sabiduría (“Que Baltasar el pañero, / yo soy más rico que Heredia, / que
Baltasar el pañero, / yo vivo pa divertirme, / ¿pa qué quiero yo el dinero, /
si soy más rico que Heredia?”) y aliento popular; después por soleá, maravillosamente
jonda, y unas cantiñas llenas de sal y de luz, para acabar por bulerías,
pletóricas de chispa y rematadas con el romance de la reina Mercedes y Un compromiso,
convertidos en cuplé. Y de generoso regalo, dos poderosos fandangos naturales.
Mayte Martín. |
Estuvo muy bien acompañada en la “reconstrucción” por el guitarrista Salvador
Gutiérrez, viejo compañero y excelente maestro de obras, preciso, seguro, lleno
de musicalidad y dulzura, que destacó especialmente en los fandangos, por soleá
y en las bulerías, siempre muy imaginativo y variado en las falsetas, y muy
eficaz a la hora de sosegar el cante.
Esa tranquilidad expresiva, ese control del tempo, esa sutileza aparentemente
desapasionada que va conquistando Mayte
Martín puede que sea su mejor logro, lo que la hace inconfundible como extraordinaria
cantaora: su afán por cultivar su dicción clara y precisa, que pone al servicio
de la calidad poética y sonora de tan rico legado musical y literario.
Mayte Martín
Guitarra: Salvador Gutiérrez
Jueves Flamencos
19.01.2017
Teatro Bretón. Logroño
Otra crónica de Mayte Martín en Logroño: De corazón a corazón
Mayte Martín
Guitarra: Salvador Gutiérrez
Jueves Flamencos
19.01.2017
Teatro Bretón. Logroño
Otra crónica de Mayte Martín en Logroño: De corazón a corazón
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