lunes, 23 de enero de 2017

Mayte Martín, templando el cante

Mayte Martin. Foto de René Robert.

En su contacto con la crítica y con el público Mayte Martín recurre con bastante frecuencia a metáforas relacionadas con la construcción, lo que, si bien resulta chocante por tratar su arte de sutiles esencias aéreas, está muy bien traído porque explica gráficamente cuál es su intención a la hora de enfrentarse al complejo edificio del flamenco, creación colectiva sin proyecto inicial, crecida por acumulación, que ha dado hermosos espacios llenos de luz deslumbrante pero con indudables problemas de habitabilidad. Su aportación personal a ese patrimonio descomunal aspira a ser la de limpiar, fijar y dar esplendor, pero sin afán por monopolizar una verdad "académica", porque es cambiante, como las modas entre los especialistas en rehabilitación de edificios.
Ella, en plena madurez artística y creativa, sabe perfectamente lo que quiere y está dispuesta a luchar por conseguirlo. Y lo que quiere, como viene demostrando, no tiene por qué ser sólo una cosa, ni siempre la misma. Ahora, desde sus confesados y espléndidos cincuenta años, en condiciones óptimas, habiéndolo aprendido todo y con una curiosidad enciclopédica, se siente con fuerzas para “echar flores a la memoria” de los grandes del flamenco y construir su aportación  a partir de su recuerdo, pero sintiéndose libre y con fuerza para desempolvar el repertorio y prescindir de amaneramientos y vicios adquiridos por la exposición a la intemperie y el paso del tiempo.
Mayte Martín y Salvador Gutiérrez.

En su labor edilicia cantó en Logroño la granaína de Chacón y una petenera a la manera de La Niña de los Peines, llena de musicalidad, buen gusto y delicadeza; una riquísima serie de fandangos de Huelva, preciosos, muy variados, cargados de sabiduría (“Que Baltasar el pañero, / yo soy más rico que Heredia, / que Baltasar el pañero, / yo vivo pa divertirme, / ¿pa qué quiero yo el dinero, / si soy más rico que Heredia?”) y aliento popular; después por soleá, maravillosamente jonda, y unas cantiñas llenas de sal y de luz, para acabar por bulerías, pletóricas de chispa y rematadas con el romance de la reina Mercedes y Un compromiso, convertidos en cuplé. Y de generoso regalo, dos poderosos fandangos naturales.  
Mayte Martín.

Estuvo muy bien acompañada en la “reconstrucción” por el guitarrista Salvador Gutiérrez, viejo compañero y excelente maestro de obras, preciso, seguro, lleno de musicalidad y dulzura, que destacó especialmente en los fandangos, por soleá y en las bulerías, siempre muy imaginativo y variado en las falsetas, y muy eficaz a la hora de sosegar el cante.
Esa tranquilidad expresiva, ese control del tempo, esa sutileza aparentemente desapasionada que va conquistando Mayte Martín puede que sea su mejor logro, lo que la hace inconfundible como extraordinaria cantaora: su afán por cultivar su dicción clara y precisa, que pone al servicio de la calidad poética y sonora de tan rico legado musical y literario.

Mayte Martín
Guitarra: Salvador Gutiérrez
Jueves Flamencos
19.01.2017
Teatro Bretón. Logroño



Otra crónica de Mayte Martín en Logroño: De corazón a corazón

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