lunes, 16 de enero de 2017

María Terremoto: memoria y futuro

María Terremoto.
Subirse a un escenario con 17 años y, sin preámbulos, ponerse a cantar un martinete como lo cantó María Terremoto el pasado jueves en Logroño demuestra, entre otras cosas, que el premio que le han dado en la reciente bienal de Sevilla como artista revelación lo ha conseguido por meritos propios, y no como reconocimiento póstumo a un deslumbrante linaje gitano, el de los Terremoto, que tiene en ella a su último eslabón.
José Lamarca. Fernando Fernández Monje, "Terremoto de Jerez", en la Peña Torres Macarena, de Sevilla. Al toque, Manuel Morao. 1973.
Tiene María Terremoto unas cualidades extraordinarias que maneja con total soltura, como si lo que hace le resultara  fácil y natural. Es lo que tiene haberse criado en un ambiente flamenco, asimilando en casa, por inmersión, como por ósmosis, los secretos mejor guardados de un arte exigente y  difícil de aprender.
Su voz es poderosa, fresca, vibrante, extremadamente flexible y con un metal  precioso (las cualidades, en fin, de los Terremoto, pero que resultan especialmente meritorias y sorprendentes en una mujer tan joven) y afronta el repertorio que hizo grande a la familia, esencialmente negro, gitano y doliente, con un vigoroso empuje, como un impulso natural lleno de brillante entusiasmo, gustándose en el punto donde la voz se quiebra y el quejido emociona.
Fernando Fernández Pantoja, "Fernando Terremoto", cantándole a Israel Galván en La Edad de Oro. 2007.

Cantó, tras la llamada de atención inicial, por soleares y por malagueñas acabadas en abandolaos; siguió por tientos rematados en tangos, alegrías, seguiriyas y bulerías, para acabar con tres preciosos fandangos, y en las letras hubo espacio para acordarse del padre perdido tan pronto y tan joven. Siempre muy musical, siempre jonda, derrochando compás y alardeando lo justo de sus virtuosismo melismático, todo frescura y gracia.
La única dificultad –que resultó insuperable- fue su pelea imposible con el broche de su mantón. Ahí no pudo ayudarle Nono Jero, al contrario que en todo lo demás, donde estuvo preciso y brillante, especialmente innovador en los sonidos graves y los cantes más dolientes, y fue premiado reiteradamente por el público.
Jacques Leonard. Gitanos.

El marco, con más de desangelada capilla que de tabanco, compensó sus insuficiencias con una dimensión adecuada para poder cantar sin amplificación, permitiendo apreciar las cualidades naturales de tan hermosa voz. Una pena que, entre lo constreñido del escenario y las previsiones horarias del patrocinador, el concierto no pudiera acabar con una patadita por bulerías, broche habitual del patriarca jerezano. 
Seguro que otra vez será. Cuanto antes.


María Terremoto
Guitarra: Nono Jero
Jueves Flamencos
12.01.2017
Bodegas Ontañón. Logroño


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