martes, 28 de enero de 2020

Igualando por lo bajo

H. Armstrong Roberts. Familia viendo la televisión. Circa 1950.
«Que los tontos se parecen mucho unos a otros y los inteligentes lo son cada uno a su manera era una de las frases favoritas de mi padre», nos cuenta, con guiño tolstoiano, (ya sabes aquello de que «Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera») Manuel Arroyo-Stephens, en su excelente cuento "En la tumba de mi hermano".
 H. Armstrong Roberts. Animadora con megáfono. Circa 1950.
Debe de ser por eso, por mera comodidad, por pereza, por cebarse en lo fácil, en el bulto, por lo que la competición entre las cadenas y plataformas de televisión para captar incautos en los horarios de máxima audiencia tiende agónicamente hacia el electroencefalograma plano, hacia la permanente bobada de baba repetida una y otra vez en todos los formatos imaginables. 
H. Armstrong Roberts. Truco. Circa 1940.
Sorprendentemente, los contenidos eran mucho más variados (y frecuentemente más interesantes y entretenidos) cuando no padecíamos más que una cadena. Con bola, eso sí.

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