miércoles, 20 de junio de 2018

José Ángel Martín derrocha salud y talento en la Galería Minúscula

Todas las fotografías son obra José Ángel Martín.
Hace ya ocho años que dos artistas, la ilustradora Mamen Urquía y el ceramista José Ángel Martín, abrieron en la calle Primo de Rivera nº 14-16, de Logroño, un espacio para la creación, la formación y la difusión artística al que llamaron Galería Minúscula. Dentro de ella, como mascarón de proa y declaración de intenciones, hay un escaparate de aproximadamente un metro cúbico abierto directamente a la calle y que funciona como una pequeña galería accesible las veinticuatro horas de cada día. En ella, los privilegiados exhibidores han de cumplir las exigencias y convenciones habituales en los “cubos blancos”, los marcos espaciales donde se suele exhibir el arte contemporáneo, pero ellos y su obra son tratados con la delicadeza y el mimo habitual de los pequeños expositores de la Kärntnerstrasse vienesa. 
Este lugar singular, mínimo contenedor “desacralizado” ofrecido a la curiosidad de vecinos y transeúntes a pie de calle como una gentil invitación para ejercitar la imaginación propia y disfrutar de la ajena, es idóneo para artistas capaces de afrontar en sus instalaciones y montajes los interrogantes creativos que se plantean, pero sintiéndose libres de las presiones y las hipotecas del gran formato y de las servidumbres del mercado.
La única pega podría ser que el espectador no puede formar parte del espacio transformado por la intención del artista incluyéndose en él, pero a modo de gratificante compensación el curioso puede disfrutar de una visión global muy esclarecedora y a la distancia adecuada bajo las cambiantes condiciones atmosféricas y lumínicas de la intemperie.
Recientemente ha ocupado la Galería Minúscula José Ángel Martín con su instalación El irresistible encanto del trastorno, compuesta por cinco personajes que se enfrentan a la pasión, el desequilibrio y la necesidad compulsiva, en situaciones desquiciadas, insostenibles en cualquier caso, en la calle o en el estudio, frente al muro o ante el caballete, premeditadamente o de manera descontrolada. Personajes en el borde, al límite, a cuerpo descubierto o con el pesado bagaje del pasado sufrido como carga, envuelto y escondido, oculto pero siempre apremiante. Sujetos que se dan de cabezadas con la realidad, con la necesidad de expresarse y de establecer comunicación, libre y creativa en el mejor de los casos, pero otras veces colgada de la enfermedad. Aunque sin renunciar a expresarse, a contar, a contarse, porque, como cita José Ángel en palabras de Louise Bourgeois, “el arte es garantía de cordura”. O, al menos, intento de alcanzarla o mantenerla, un mecanismo de defensa que a menudo bebe, paradójicamente, en las fuentes del trastornado delirio.
Los materiales que constituyen a los personajes son plásticos, telas, cuerdas, madera y metal “uniformados” con grafito y pintura acrílica gris, en un reconocido guiño estético a los hombres sin atributos de Juan Muñoz. A través de ellos la exposición habla de la fructífera relación del creador con la locura, con la hiperactividad compulsiva como una forma de condena, con la transgresión de la norma como práctica iluminadora.
Pero si no la has visto ya te tendrás que conformar con las fotografías de José Ángel Martín, porque la exposición ha terminado. A pesar de todo, y porque en miracomosuena siempre hemos pensado que la actualidad está sobrevalorada, queda aquí esta agradecida crónica de tan hermosa exposición y de tan brillante trayectoria (porque si lo pequeño es hermoso, ¿te haces una idea de cómo de extraordinario ha de ser lo minúsculo?). 
Enseguida volverán con otra selecta joya a su especialísimo escaparate. Y esa no te la tienes que perder.

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