Johannes Vermeer. El geógrafo. 1669. |
En pie, ligeramente reclinado sobre la mesa, el hombre mira a través de la ventana que ilumina la habitación. En la mano derecha sostiene un compás con el cuidado que se reserva para ciertos lápices. La izquierda sujetando el cuerpo, toca apenas el mapa. Correspondencia de idas y vueltas entre las líneas quebradas y la montaña. La mirada del hombre parece recordar algo. La atención está afuera, la necesidad, la voluntad de hacerlo.
La luz de la ventana cubre de sombras el grueso tapiz dejado sobre la mesa. Cuánta precisión la de Vermeer al disponer, con aparente casualidad, los dispares dobleces, pliegues, arrugas a manera de colinas y valles! ¡Cuánto silencio!
Recortados por el borde del lienzo se distinguen un marco de madera oscura y aún otro libro apaisado.
Sirva esta somera descripción del cuadro del pintor holandés titulado: "El geógrafo", como valer pudiera haber retratado la imagen de Darwin, frente a la cordillera de los Andes, anotando: "Me sentí contento de estar solo".
Charles Darwin. Perfil geológico de la cordillera de Los Andes. 1835. |
Juan Muñoz. De la precisión en las distancias. (Texto del catálogo Piedras, de Richard Long. Palacio de Cristal del Parque del Retiro. Madrid, 1986)
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