Seguramente sin pretenderlo, esta fotografía de Jean-Pierre Gonçalves de Lima que retrata a David Hockney y a su perra Ruby viendo el trabajo de un día cualquiera en el estudio de Normandía donde han pasado la pandemia (y donde, en sus propias palabras, el maestro ha enseñado a los franceses a pintar la naturaleza) podría pasar por un homenaje a la famosa performance de 1965 en la que el chamán Joseph Beuys enseñó los cuadros de una exposición a una liebre muerta.
Y es que en la procelosa (y falsamente solitaria) exploración del camino oscuro de la creación artística siempre vienen bien relaciones privilegiadas con seres discretos, intuitivos y de racionalidad por encima de los serviles condicionamientos de lo que se lleva.
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