Teresa Rodríguez ha cedido gentilmente sus excelentes fotografías de la exposición para este comentario. Muchas gracias. |
Sumándose a la conmemoración universal del 125 aniversario de la primera proyección cinematográfica, Bernardo Sánchez y Jesús Rocandio han preparado en la Casa de la Imagen, de Logroño, (25 años después de “100 años luz. El tiempo del cinematógrafo en La Rioja”, en la Sala Amós Salvador) un capricho sutil con maneras de gran exposición, un juguete de precisión, complejo y delicado, muy elaborado, brillante, amable y evocador.
La posibilidad se generó a partir del suculento legado material que recibieron del empresario cinematográfico José Luis Bañuelos, gestor durante décadas de buena parte de la realidad cinematográfica local, un patrimonio que cayó en las mejores manos (y seguramente las únicas -privadas o públicas- capaces de hacerse cargo de tamaña encomienda, algo que, según se mire, podría ser considerado como un regalo envenenado, como un dulce castigo o como ambas cosas a la vez).A partir de la ingente cantidad de excelente material óptico, acústico y gráfico, de completas cajas de memorabilia y documentación, de incontable y perecedera ephemera de la que solo atesoran, como fetichistas, los verdaderos enamorados a la materia que se traen entre manos y con la que construyen sus sueños, Bernardo Sánchez y Jesús Rocandio han montado, como si fuera fácil, XANADÚ, una historia general del cine llena de muchas otras historias particulares del cine, construida a partir de los almacenes y recámaras propios y de los de cada cual, de los depósitos de memoria más o menos frecuentada y provechosamente revisada, de los afectos imperecederos, de las pérdidas irremediables, de la luminosa añoranza, trascendiendo, en esta ocasión, del dato preciso del historiador del cine para buscar, en la forma de presentar y contar tan compleja realidad, la luz abierta de lo poético, tan próxima a la magia de los creadores del invento.
Para que no faltara de nada, la exposición ha tenido su propia crisis en forma de un inesperado (¿innecesariamente riguroso?) cierre total por pandemia, una desgracia inédita que añadir a las habituales en el mundo del espectáculo ligadas a incendios, quiebras, censura, obsolescencia frente a las nuevas fórmulas de consumo audiovisual y ocio masivo, ruina, etcétera, etcétera. Pero ya está de nuevo en marcha, en perfecto estado de revista y con la misma ambición, más grande que “las dimensiones del teatro” de la vida y a las que habrá que añadir las posibilidades de cada cual.
Date prisa y acude, si puedes, guiado por la voluntad de dejarte sorprender, de admirar el ingenio ajeno, de valorar en lo que valen las construcciones de realidades y los juegos de las manos mágicas, de quienes han sido capaces de crear un relato que nos concierne y nos abarca: son, si te fijas, muchas de las cualidades del prodigioso invento que empezó a rodar (previo paso por taquilla) el día de la conmemoración de los Santos Inocentes de hace 125 años. Una serendipia prometedora, sin duda.
Gracias a todos los que han hecho realidad esta doble tarea colectiva (el cine y la exposición y su catálogo), y ojalá que nos sigan dando motivos de asombro y maravilla por muchos años.
Todas las fotografías de esta nota son obra de Teresa Rodríguez. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario